COLUMNISTAS
Virginia Woolf

Los faros

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Me tocó dar luz, rotativa, intermitente. Señal que advierte allí donde el mar tropieza con la tierra. A veces con destellos rojos, otras blanca, siempre haces lumínicos de 360 grados que parecen interceptar fantasmas en la cresta de las olas. 

Los faros existimos antes de las épocas romanas y griegas, y la soledad nos enaltece. Solemos estar  en lugares extremos, como si llegar a un faro desafiara los límites de los caminos trazados. Tenemos fama de melancólicos, quizá debido a nuestro enclave aislado, pero eso es más una cuestión de leyendas y libros.

En una novela en particular, –de cuya autora se festejan estos días el aniversario 140–, el faro es la promesa de felicidad de una familia, y al mismo tiempo, indicio de lo irrecuperable. Es un faro que ilumina desde la ficción la intermitencia de la vida humana, sus altos y bajos (luces y sombras), lo que está y ya no está, deseos y frustraciones. Aunque los faros reales cumplimos un servicio fundamental en la navegación para evitar accidentes y extravíos, el faro de Virginia Woolf se encarga justamente de iluminar accidentes y extravíos, enalteciendo lo perdido.

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Dividida en tres partes, la novela elige darle muchas más páginas a la experiencia anhelante de un solo día, que a varios años de sucesos trágicos (entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial). Significar la vida es más relevante que el anecdotario de sus dramas. La promesa inicial de ir a ver al faro (con la que comienza la novela) no se cumplirá, los niños llegarán recién de grandes. 

La mayoría de los faros iluminamos el espacio, despejamos la niebla. El de Woolf ilumina el tiempo, desacreditando sus medidas convencionales.