Recuerdo a Guillermo Magrassi, sociólogo, antropólogo, arqueólogo, investigador, escritor, profesor. Murió en 1989, a los 53 años. Condujo La aventura del hombre, un programa que se transmitió por Canal 13 en 1985/1986. En 1987 aceptó participar de Los lanzallamas, un ciclo de conferencias que organizó la escuela de periodismo TEA. Fue en ocasión de uno de esos encuentros cuando le escuché definir ante un grupo de jóvenes qué era para él “la dependencia”.
“La dependencia me resulta evidente –dijo– cuando sabemos mucho del otro, pero el otro no sabe nada de nosotros”. Hizo una pausa, dejó caer, precipitar la idea. A continuación aclaró algo más el sentido de lo que quería explicar con una comparación empírica. “Estoy seguro de que, si les pregunto, cuál es la capital de Estados Unidos o de alguno de los países centrales, todos ustedes contestarían casi sin dudar. Si hiciéramos la misma pregunta entre estudiantes de esos países sobre cuál es la capital de Argentina, Uruguay o Paraguay, ¿creen que la mayoría sabría cuáles son?”.
Los estudiantes reaccionaron. El debate fue estimulante. Los hechos estaban ahí, a la mano, pero no habían reparado en muchos de ellos hasta ese momento. Los pasaban por el filtro del axioma de Magrassi. A modo de revelación, descubrían que las historias ajenas les eran casi propias. Uno de ellos, como si al fin comprendiera algo sobre lo que nunca había pensado, dijo: “Vi como diez películas sobre Vietnam, podría explicar ese conflicto, pero si me preguntan por la guerra del Paraguay no sé nada”.
No estaba entonces en condiciones de valorar si algo que parece tan complejo podía resumirse con una imagen tan simple. Menos ahora, más de treinta años después, en este otro mundo interconectado. Sin embargo, el que llamaría “principio de Magrassi” todavía me resulta eficaz cuando lo aplicó en circunstancias cotidianas. Me ayuda a mirar la realidad. Como si en vez de consultar la pantalla del celular para saber qué tal está el día, me asomara a la ventana. Siempre es mejor ver, observar, prestar atención, comparar, sumar lecturas, para tratar de pensar por uno mismo.
Todo esto viene a cuento de que, desde hace meses, muchas personas de todas las clases sociales poco después de recibir su dosis de la vacuna registran el momento con una selfie que luego suben a sus redes sociales. Allí se los ve, sonrientes, arrobando al Presidente, o al gobernador, dando las gracias como si ellos les hubieran hecho un favor. Es notable, en particular, el caso de los jóvenes militantes que usurparon un lugar o una vacuna que no les correspondía. Sin culpa por lo que hicieron, con los dedos en V, agregan a la vicepresidenta a la tira de agradecidos. Son, tal vez, “los pibes esenciales para la liberación”.
Se emocionan, agradecen también a quienes cobran buenos salarios, los que reciben una bolsa de comida, una casa sin techo, o una dádiva cualquiera. El Estado te da. El Estado te formatea la cabeza. El Estado te quiere sumiso. De la asignación a casa, de casa a cobrar la asignación. El Estado te desea esclavo, quieto, callado, obediente, desocupado, sin educación. El Estado te mantiene con la que te pertenece, la tuya, la que te sacan, la que se llevan. Te quiere dependiente desde que repartían el pan dulce y la sidra. Decí “gracias” con los dedos en V.
Sabemos todo de ellos. Qué hicieron en Santa Cruz. Qué hacen en Formosa. En Santiago del Estero. Qué dijo Massa antes. Qué dice Massa ahora. Quién es Boudou. Cómo se la llevó Baéz. Vimos a López con el bolso. A Zannini vacunarse como personal de salud. A Victoria Donda abusar de su empleada doméstica. A funcionarios robarse las vacunas. Al Presidente acusar de delitos gravísimos a la vicepresidenta. A los burócratas sindicales, Moyano, Cavalieri, Andrés Rodríguez, Víctor Santa María, convertirse en millonarios. A los empresarios coimear a funcionarios.
¿Qué saben ellos de nosotros? Que nos tienen ahí, ajustados, arrodillados, a la espera de que se les caiga una moneda, devolviendo las limosnas en cuotas de vida miserable. ¿Liberación o dependencia? ¿De qué? ¿De quién? Asomate, mirá con tus ojos. El tiempo es el que se ve.
*Periodista.