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opinión

Libertad en la cafetería

Los riesgos de la medicalización del lazo social son uno de los temas cruciales de nuestro futuro inmediato.

Daniel Link
Daniel Link | Cedoc

Veo en la tele un noticiero de uno de esos canales golpistas que quieren que caiga el Gobierno, de los que hacen todo para que las grandes empresas –a las cuales ellos mismos pertenecen– aprovechen la pandemia para ajustar y ajustar más y salir de la crisis en posiciones aún más dominantes, y que no dejan de pedir que se abra la economía, total ya va quedando claro que los que más mueren son los villeros (que además y sobre todo en las elecciones votaron en contra del PRO, es decir en contra de Clarín) asumiendo que, como dijo Pichetto (a quien en otros países llamarían “político de extrema derecha”): “La cuarentena es un embole y la vida es riesgo” (para los pobres, por supuesto); veo entonces en ese canal (que las primeras semanas de la cuarentena tenía permanentemente en pantalla la frase #QuedateEnCasa, que obviamente ya retiró) que un padre que salió a dar una vuelta con sus dos hijos disfrazados de personajes de Star Wars, o algo así, “había recuperado la libertad”. Pero, ¿cómo era la libertad hasta el 20 de marzo? Recuerdo ahora un pasaje de una escena de una película liviana, con Tom Hanks: él entra a una cafetería con un amigo y pide un café. La empleada le contesta: “¿Chico, mediano, o grande?”. “Mediano”, dice Hanks. “¿Con azúcar, edulcorante o sin azúcar?”. “Con azúcar”. “¿Una cucharita, dos o tres?”. “Dos”. “¿Con leche o sin leche?”. “Con un poquito de leche”. “¿Entera, semidescremada o deslactosada?”. “Entera”. “¿Café de Brasil, Colombia o centroamericano?”. “Brasil”. “¿Acompañado con un muffin, una galleta, una porción de torta?”. “Solo”. “¿En vaso de plástico o de vidrio?”. “De plástico”. “¿Bien caliente o tibio?”. “Muy caliente”. De golpe la moza se va y Hanks le dice a su amigo: “Este es el único momento del día donde creo que decido algo”.

En medio de la pandemia se instaló un debate –o más bien una encerrona– entre salud y economía. Sobre los riesgos de un gobierno de higienistas –práctica en la que Argentina tiene una larga experiencia desde fines del siglo XIX– viene escribiendo con pertinencia y mirada crítica Daniel Link, entre otros, en sus columnas de los sábados en este mismo bisemanario. Los riesgos de la medicalización del lazo social es uno de los temas cruciales de nuestro futuro inmediato (la propia frase, “nueva normalidad”, tan escuchada en estos días, parece un mal chiste foucaultiano). 

A la inversa, sobre la apertura de la economía vienen haciendo lobby las fuerzas de choque mediáticas y el poder económico concentrado (del que los medios forman parte). Y lo hacen en nombre de la libertad. Es decir que la libertad queda reducida solo a la circulación, en clave neoliberal, de bienes y servicios, y a la compra de fuerza de trabajo en situación de extrema precarización laboral. A eso que llaman libertad deberíamos llamar opresión.

Ahora bien, más allá de la medicalización y más acá de la propaganda e imposición del modo de vida neoliberal (y de la imbricación entre ambos polos, ya en curso), queda pendiente una reflexión profunda y crítica sobre la libertad. Ese es el hilo del que hay que tirar –que incluye las tradiciones libertarias y emancipadoras– para instalar una discusión que abra, no la economía neoliberal, sino nuevas posibilidades para una vida en común, un hiato para evitar que esta crisis se resuelva por derecha, o peor, por extrema derecha.