Según cuenta la leyenda –seguramente apócrifa– el grupo Planeta edita buenos libros sólo los años bisiestos. Alcanzado 2016 por esa anomalía del calendario, el honor recayó en El arponero del aire, novela de Maximiliano Costagliola, anunciada en Seix Barral, el sello más literario del grupo, en el que publican autores de alta sofisticación intelectual, como Marcelo Birmajer. El arponero… narra la historia de un personaje llamado Franc-Tireur, presentado como “mi álter ego”, quien en primera persona, y ya desde el principio, enuncia frases como “me pasaría el resto de los días que me quedan de vida apostado en la azotea, descolgando de un cañonazo a todo avión comercial que asomase”, o “dieciocho horas sentado en una mecedora, con un misil SA-18 calzado en el hombro (…) acariciándolo con la expectativa dosificada con que un viejo pescador acaricia el sedal palpitando la futura y magnética tensión”. Es un comienzo prometedor (el resto de la novela está a la altura de ese principio). Luego, avanzan las peripecias: un vuelo a Madrid desde Buenos Aires es la excusa para una poderosa reflexión sobre la diferencia horaria, en la que la narración le devuelve a cada una de esas dos palabras su espesura literaria-cultural: “diferencia”, como modo de traducir la experiencia, “horaria”, como modo de la normalización del deseo. Siguen finalmente una serie de situaciones amorosas, para desembocar en agudas reflexiones sobre las condiciones de vida en el capitalismo actual. Nacido en 1975 en Berazategui, El arponero del aire es la primera novela de Costagliola, y como toda buena novela, despierta ganas de leer más.
Como eso no es posible, quiero decir, no es posible aún en su caso (porque obviamente aún no publicó otra novela), me dieron ganas de volver a leer un libro que había leído hace poco (seis, siete meses, no más) y que volví a juzgar como extraordinario: Le gouvernement du ciel. Histoire globale des bombardements aériens (El gobierno del cielo. Historia global de los bombardeos aéreos), de Thomas Hippler, publicado en la colección Essais de la editorial Les Prairies Ordinaries, pequeña editorial francesa aún no demasiado conocida, y que sin embargo es de lo más interesante que surgió en torno al nuevo pensamiento crítico, en la escena editorial europea reciente. Ya desde el prólogo leemos frases de una contundencia definitiva: “En la guerra (…) la política de defensa antiaérea intenta transformar el ‘pueblo’ en cuerpo político unificado (…) El refugio antiaéreo se vuelve lugar en el que se elabora materialmente la unidad del pueblo y el Estado”. Antes que como barbarie, o mejor dicho, al mismo tiempo que como eso, Hippler propone pensar a los bombardeos (de la Primera Guerra Mundial a las recientes operaciones de “policía global” norteamericanas) como tremendos métodos de control social, tanto de los gobiernos que bombardean, como muchas veces de los regímenes que reciben las bombas, que suelen usar el bombardeo extranjero como excusa para aniquilar la disidencia interna. Pero además, el libro está lleno de referencias literarias (el piloto de avión como chevalier du ciel, las autobiografías de aviadores de la Primera Guerra como género literario) y consideraciones geopolíticas claramente de izquierda: término tan olvidado como necesario en estos tiempos de crueldad jovial.