EL AJUSTE. La ley que aprobó este martes el Congreso ajusta en plata que estaba destinada a las jubilaciones y asignaciones sociales. No hay dudas en este punto. Y ajusta mucho. El Gobierno no lo termina de reconocer, pero extraoficialmente habla de entre 80 y 100 mil millones de pesos. Se puede cuestionar desde donde se hacen los recortes, pero ninguna caja del Estado permite semejante ahorro.
El Gobierno lo sostiene y defiende en base a la necesidad de equilibrar las cuentas y de hacer sostenible el sistema previsional. A largo plazo, reconocen muchos especialistas, la nueva fórmula es mejor. En el corto, sobre todo en marzo, abril y mayo, el impacto es negativo. El aumento será menor al que iba a ser. “No hay que mirar ólo 6 meses o un año, sino los próximos años”, reconoció el presidente Mauricio Macri en conferencia de prensa.
¿Es mejor? Ajusta siempre por inflación más salarios. La fórmula actual, en cambio, corre riesgos de que en un proceso de estancamiento (baja recaudación) más inflación, pierdan los jubilados. Pasó en 2014. También en 2016. En el resto de los años la fórmula dio siempre por arriba de la inflación. ¿Qué es mejor, el subibaja o la estabilidad?
LA NEGOCIACIÓN. ¿Cómo logra avanzar en esto un gobierno en minoría? En acuerdo con gobernadores. Dos argumentos de peso tenía: A) El 31 de diciembre vence el pacto fiscal. Si no se renueva las provincias están obligadas a bajar de golpe ingresos brutos. Quiebran. B) La Corte se encaminaba a darle la razón a la provincia de Buenos Aires con el Fondo del Conurbano. Eran 60 mil millones de pesos (ahora serán menos) que tenían que salir de algún lado, y se preveía que lo iban a terminar pagando las provincias.
Es decir, los jubilados se volvieron una variable de ajuste tanto nacional como provincial. Por eso el apoyo de los gobernadores. Eso se vio en el Senado: 43 votos a favor.
¿Qué paso en Diputados? Escaló el tema en los medios. El Gobierno falló en la explicación pública del proyecto (¿Se pueden explicar los proyectos impopulares?). Y los gobernadores empezaron a sentirse atrapados. El Gobierno parecía querer sacar la ley casi sin hablar del tema en los medios y los gobernadores quedaban "pegados" como partícipes necesarios. De hecho, después de la aprobación en el Senado esa imagen quedó plasmada.
LA VIOLENCIA. En paralelo, el kirchnerismo y la izquierda empezaron a empiojar el clima. El martes en el debate en comisión metieron gente a generar lío. Empezaron a caldear el ambiente. Ahí el Gobierno decide adelantar la sesión. Demasiada tensión y costo político como para estirar la polémica una semana más.
El miércoles una masiva marcha de movimientos sociales y sindicales (su capacidad de movilización es incuestionable) termina en el Congreso. La Policía reprime al considerar que pretendían instalarse en el lugar y así hacer un piquete en el Congreso para evitar que al día siguiente pueda iniciar la sesión. Esa es la postura que tomaron desde el Ministerio de Seguridad. Hubo dos diputados heridos. Lamentable.
Bajo esa hipótesis de que iban a bloquear el Congreso, el Gobierno dispuso un megaoperativo para evitar que se entorpezca su funcionamiento el jueves. A la luz de los acontecimientos, la hipótesis ganó verosimilitud.
¿Qué pasó el jueves? El Congreso amaneció sitiado y militarizado. Hubo cero incidentes hasta las 13.30, aproximadamente, cuando los manifestantes empiezan a empujar vallas. La Gendarmería, con órdenes muy precisas, empieza a actuar. Diputados K y de la izquierda ven que se mueve un escuadrón para acercarse a las vallas y se le plantan adelante. El escuadrón se mueve y ellos los siguen tapando. Hay forcejeos. “Que se vayan”, gritaban diputados nacionales. Lo lograron.
Segundos después, Mayra Mendoza (La Cámpora) y Lucila De Ponti (Movimiento Evita) se acercan a otros efectivos para exigirles que paren la represión. La empujan. Horrible. Mayra Mendoza se acerca a otro grupo a exigirles que paren la represión. Le tiran gas pimienta en la cara, en la boca. Repudiable.
Al día siguiente se le preguntó en TV si estaba bien que se interpongan en el accionar de una fuerza que responde a una autoridad. Lo defendió. No encuentra ningún problema en esa actitud peligrosa. Son diputados, no ministros de Seguridad. Y sabían que no iban a poder frenar ellos solos la represión (que al poco tiempo de iniciada muestra los excesos del accionar policial). ¿Que pretendían? ¿Qué buscaban?
LA GOBERNABILIDAD. Diputados golpeados, un clima salvaje afuera y adentro del recinto, más un quórum escaso hicieron caer la sesión. El Gobierno se vio obligado a negociar un bono que tenía en carpeta pero prefería evitarlo. Y así consigue el apoyo de los gobernadores que le habían escatimado el quórum el jueves.
Este lunes el quórum se consiguió con facilidad luego de la foto conjunta de 14 mandatarios provinciales. Nueve de la oposición. Y la sesión empieza sin problemas. “Hoy ya no se debate esta ley, hoy se debate el poder, la gobernabilidad”, reconoció un diputado de los que responden a los gobernadores peronistas.
Afuera, la Policía cambia la actitud. Recibir las piedras y bombas molotov para dejar en evidencia a los violentos. Lo logra. A costa de casi 90 policías heridos. Cuando se desborda la situación, empieza la represión. Y de nuevo con excesos.
Adentro la oposición sigue intentando frenar la sesión. Se demora 5 horas el inicio del “debate” en serio (no hubo nunca debate en serio). Se anotan 90 oradores. La sesión va para largo. Cae la noche y aparecen los cacerolazos. Primero focalizados. Después más masivos. La marcha al Congreso se hace en forma pacífica, por primera vez. E inexplicablemente la Policía vuelve a mostrar la hilacha...
¿Qué buscaba la oposición? Frenar el debate. Recurso válido en el debate parlamentario, aunque cuestionables los métodos. Se inicia la sesión y pierden dos votaciones seguidas. En el medio del debate, a la medianoche, Graciela Camaño y el massismo piden que el proyecto vuelva a comisión. Pierden de nuevo. Minutos más tarde, Andrés “Cuervo” Larroque y otros prepoteando al presidente de la Cámara (estaba Luis Petri en ese momento). Esa actitud se replicó en varias ocasiones, incluso con acercamientos a las bancas de diputados de Cambiemos, que tenían la orden explícita de no reaccionar. “Quedate sentado”, lo retó Nicolás Massot a un diputado del PRO que no aguantaba más lo insultos a un compañero de bancada que estaba haciendo uso de la palabra.
La jornada terminó en paz, aunque con muchos buscando similitudes con el 2001. Curioso, porque se trata de un país donde el Gobierno sacó el 41% de los votos hace menos de dos meses. Donde la pobreza, la inflación y el desempleo están a la baja. Lentamente, pero los índices muestran que bajan. Y donde la economía está en crecimiento, superando ya los niveles que tenía a fines de 2015.
Hubo ajuste, negociaciones, violencia y una gobernabilidad que crujió. Con el tablero indicando el 127 a 117 el macrismo volvió a respirar tranquilo. Los fantasmas desaparecieron, pero dejaron aprendizajes. Sobre todo uno: a qué juega cada uno. De cada lado de la grieta sacarán sus conclusiones, como siempre.