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Los argentinos

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Ante cualquier evento extraordinario que tiene lugar fuera de nuestro país, los grandes medios se apresuran a contabilizar los argentinos presentes: maremotos, aludes, hundimientos o golpes de Estado quedan sujetos a un testigo que moldea los hechos y se apropia de ellos. Es como si, para sus compatriotas, la idiosincrasia del argentino fuera de una especificidad irreemplazable y su mirada una condición para que la tragedia cobre alguna dimensión humana mensurable. En su modo viajero y testimonial es un involuntario corresponsal en el exterior por el que, además, debemos preocuparnos: Tanto los cuatro que estaban en Afganistán al momento de la última avanzada talibán como los del edificio derrumbado en Miami nos tuvieron en ascuas, como si de parientes lejanos se tratara. 

Cuando no arbitra el espanto, los mismos medios ofrecen la otra cara de la moneda: argentinos que triunfan en el mundo, tipos que, de la nada y con solo un pasaje de avión, logran construirse y deconstruirse en Canadá, fundar bodegas en Australia o destacarse puliendo escarbadientes en Noruega. “Destacarse” parecería, en ese terreno, un término paradójico para referirse a la perfecta adaptación de estos personajes a sus nuevos ambientes, a su habilidad para atravesar camaleónicamente el aire. 

Cuando, como ocurre la mayor parte de los casos, el argentino trasladado a otras latitudes lleva una vida que encuadra dentro de lo que se entiende por normalidad, sin haberse hecho millonario ni haber presenciado catástrofe alguna, simplemente rebuscándosela con mañas aprendidas en casa (doblemente rendidoras en economías que no están en crisis perenne como la nuestra) ya no nos interesa. La falta de grandilocuencia de su vida lo volatiliza en la distancia.      

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Ricardo Piglia afirmó haber escuchado decir a Ezequiel Martínez Estrada alguna vez: “La Argentina se tiene que hundir y desaparecer, no hay que hacer nada para salvarla, si lo merece volverá a reaparecer y, si no lo merece, es mejor que se pierda”. Quizás, en este catastrofismo existencial haya un nexo para las dos posiciones aparentemente irreconciliables en la que se mueven los grandes medios: una desesperada Búsqueda del Argentino. Quizás no se trate tanto de encontrar al que haya sido testigo de la tragedia o artífice del máximo éxito, como de anhelar una tromba que lo ponga todo patas arriba y nos otorgue, de una vez y para siempre, la certeza de nuestra propia existencia.