En las redes sociales circuló un chiste británico sobre el partido entre Francia y Marruecos: “Es el clásico de África: los de camiseta azul contra los de camiseta roja”. Respecto de la otra semifinal (Argentina vs. Croacia), The Washington Post publicó un artículo que preguntaba por qué no había jugadores negros en el equipo argentino, algo que también parecía un chiste, pero que en este caso no lo era. Ante la avalancha de críticas, dicho medio se retractó admitiendo un error de edición. El tema del color no es casual, el origen tampoco; eso sí, queda claro que el racismo estadounidense no comprende el racismo argentino. Ahora vamos hacia lo que ocurre en el ámbito cultural del finalista europeo.
Mientras comenzaba el acontecimiento deportivo mencionado, a fines de noviembre, la revista Front Populaire, que dirige el filósofo francés, autor de más de cien libros (César Aira no es el único), Michel Onfray, publicó una edición titulada en tapa “¿El fin de Occidente?”. Allí aparece su rostro y el del escritor Michel Houellebecq, con un énfasis: “El reencuentro”. Ambos lucen maduros, como garantía para las 45 páginas de un reportaje que va más allá de la polémica, casi picardía de Onfray para reinstalarse en el debate político francés, del que parecía haberse ausentado. Y el fútbol lo ayudó: Francia se enfrentó al equipo que tiene un millón de inmigrantes en su propia tierra (miles de fanáticos de ambos países protagonizaron fuertes incidentes después del partido: una semifinal de alto voltaje). El jueves pasado, por ejemplo, se exhibió una versión filmada en un teatro parisino. “Mientras Macron está en el Mundial, aquí nos ocupamos de lo importante”, dice este gesto.
Queda claro que el racismo estadounidense no comprende el racismo argentino
Pero veamos qué tensiones plantearon estos dos intelectuales globalizados. “La gente se está armando. Están consiguiendo armas, tomando lecciones en los campos de tiro. Y no son exaltados. Cuando territorios enteros estén bajo control islámico, creo que se producirán actos de resistencia. Habrá ataques y tiroteos en mezquitas, en cafés frecuentados por musulmanes, en definitiva, Bataclans al revés”. Esto dijo Houellebecq, a tono con la paranoia estadounidense, incentivada por Donald Trump, en torno a la supremacía blanca. Incluso fue más lejos: “El deseo de la población nativa francesa, como dicen, no es que los musulmanes se asimilen, sino que dejen de robarlos y atacarlos. O si no, otra solución: que se vayan”. ¿Expulsión o diáspora?
Algunos medios de izquierda, otros republicanos, gritaron al cielo: “¡Esto es incitación a la violencia; ni Eric Zemmour se atrevió a pedir que los franceses se maten entre sí!”. Zemmour, de origen judío francés-argelino, que asiste a la sinagoga, es el líder de un partido de derecha a la derecha de los Le Pen: Reconquista. Este excolumnista de Le Figaro, autor de un libelo titulado El suicidio francés, colecciona procesos judiciales por incitación al odio. Si fuera católico, se persignaría al escuchar “libertad, igualdad, fraternidad”.
Y aquí es donde aparece una teoría conspirativa a la que adhiere Zemmour. Después de afirmar que “por su comportamiento con los harkis, De Gaulle merecía ser fusilado”, en referencia a los paramilitares argelinos a favor de la ocupación francesa durante la Guerra de Argelia, Houellebecq refirió a esa teoría llamada “gran reemplazo”, que plantea la sustitución paulatina del pueblo francés por población inmigrante: “El gran reemplazo me sorprendió mucho que se llamara teoría. No es una teoría, es un hecho”. También agrega que esto consta por la demografía, la tasa de natalidad, la decadencia francesa, y otros muchos factores. Onfray se entusiasma y profiere: “Mira cómo ha cambiado la calidad del esperma humano”, clara alusión a que asiáticos, indios, africanos, y demás, provocan una merma en esta “cualidad”. ¿Acaso estamos leyendo un discurso de Heinrich Himmler?
Onfray y Houellebecq emiten frases como saldos de temporada
Como cerezas del postre radiactivo (hay tantas…), el dúo emite frases como saldos de temporada incorrecta. “El papa Francisco, un jesuita, un izquierdista, que pretende destruir la Iglesia Católica. El catolicismo resistió todo, excepto el Vaticano II. Me pregunto si no llegará un día en el que optaré por pasar mi jubilación con los talibanes. Francia no está decayendo más que otros países europeos, pero tiene una conciencia excepcionalmente alta de su propio declive. La Unión Europea es una máquina de aplastar naciones, una máquina de guerra estadounidense. En 1944, los estadounidenses querían imponerse en Francia. Desembarcaron en Normandía con un proyecto de ocupación”. Tanta mezcla insólita instala la duda: ¿se trata de una broma en formato reportaje?
Más representativo de la democracia francesa fue el humorista franco-marroquí Jamel Debbouze, que en el estadio vistió una camiseta mitad francesa, mitad marroquí. Entonces, vale la paradoja: la humanidad es oscura como el grafito y no como el diamante, que es cristal de puro carbón.