De los discursos de Tsipras, así como de la mayoría de los partidos de la oposición griega, está claro que a esta altura de los acontecimientos la dirigencia griega no ha comprado el argumento de algunos economistas norteamericanos y del gobierno de Argentina respecto de que la solución a la crisis es la conversión forzosa de los euros de los griegos en dracmas. Los griegos han advertido que la conversión forzosa de los dólares de los argentinos en pesos dispuesta en enero de 2002, lejos de resolver la crisis argentina la hizo mucho más costosa para el pueblo. Advierten, además, que a 13 años de aquella medida, Argentina sigue completamente aislada de los mercados de capitales, no ha recibido inversión en los sectores claves de la economía, se han creado muchos cuellos de botella en el proceso productivo y, desde hace tres años, está inmersa en una peligrosa estanflación.
Por esta razón, es muy probable que cualquiera sea la forma en que voten los griegos este domingo, desde el lunes mismo continúen las negociaciones con la troika para tratar de llegar a un acuerdo que permita al Banco Central Europeo seguir asistiendo con liquidez a los bancos griegos y puedan levantar el corralito.
Pero a pesar de esta aparente indiferencia entre el Sí y el No en relación con la voluntad de los griegos de mantenerse en la Eurozona, yo sostengo que el riesgo de que se vean obligados a reemplazar los euros griegos por dracmas es mayor si el pueblo vota por el No. Esto es así porque las negociaciones continuarán en manos del ministro de Economia, Yanis Varoufakis, cuya actitud ha hecho que el diálogo con Europa fuera inconducente. Si el pueblo griego vota por el Sí, Varoufakis ya ha anticipado que dejará su cargo. En ese caso Tsipras, o el gobierno que lo reemplace, si es que también decide renunciar, podrá nombrar a un ministro con capacidad para negociar. Por ejemplo, podrían designar a Loukas Papadimos, el prestigioso economista que ya en 2011 presidió un gobierno técnico e hizo posible la reestructuración de la deuda con los acreedores privados, consiguiendo una quita del 60%, sin holdouts.
El nuevo negociador tiene que demostrar estar dispuesto a seguir implementando las reformas a que se había comprometido Grecia en las anteriores negociaciones. Pero tendrá que hacerlo dejando bien en claro que si los resultados fiscales de esas reformas sólo sirven para pagar los intereses y la amortización de la deuda con Europa y no estarán disponibles para financiar las inversiones productivas que necesita Grecia para crecer, entonces la crisis no estará resuelta.
Grecia no va a conseguir nueva inversión si quienes deben apostar su dinero en ese país siguen advirtiendo que el enorme peso de la deuda es una espada de Damocles que, en cualquier momento, puede terminar en una nueva crisis.
El nuevo negociador deberá recordarles a los europeos, en particular a los alemanes, que en 2010, cuando muchos economistas expertos en crisis financieras, incluidos los del FMI, habían recomendado encarar en ese momento una reestructuración ordenada de la deuda y conseguir una quita del 50% del capital, fueron los gobiernos de Europa los que se opusieron. Prefirieron prestarle más de 200 mil millones de euros a Grecia para que pagara todos los intereses y vencimientos que fueron caducando. Recién en 2012 se llevó a cabo una reestructuración exitosa de la deuda con los acreedores privados. Pero para entonces esa deuda había disminuido a menos de 100 mil millones de euros desde los casi 300 mil millones de euros que era en 2010. La diferencia era ahora deuda con Europa, precisamente la deuda que hasta entonces los gobiernos europeos, y en particular el de Alemania, se niegan a aliviar.
Grecia tiene todo el derecho a señalarle a Europa que ese financiamiento que recibieron desde 2010 no fue para subvencionar inversiones que permitieran el crecimiento de la economía griega sino para permitir a los bancos alemanes, franceses, ingleses y americanos recuperar en un 100% sus acreencias, siendo que ellos fueron los que subestimaron los riesgos que significaba prestarle a Grecia tanto dinero.
Una negociación sobre bases como las que propongo en este artículo sólo puede ser llevada a cabo con probabilidades de éxito por un economista que no reniegue de la integración inteligente de Grecia al mundo, de las privatizaciones capaces de atraer inversiones a sectores claves de infraestructura y servicios y de un funcionamiento de una economía de mercado que transforme la iniciativa privada en el motor del crecimiento. La decisión no es de Grecia, sino de Europa.
*Ex canciller y ministro de Economía.