Spain is different”, proclamaban anuncios por el mundo en la década de 1960. El objetivo era promover el turismo hacia un país introvertido y autoritario –e hizo maravillas con viajeros acomodados deseosos del sol mediterráneo–. En aquella época, España era un país marginado por sus vecinos europeos pero sostenido por los Estados Unidos, donde el Departamento de Estado se preocupaba más por impedir que descendiera una “plaga roja” sobre Europa occidental que por el régimen autocrático y anacrónico del generalísimo Francisco Franco.
España es diferente, sin duda. Desde todos los puntos de vista, es una historia poco habitual sobre la regeneración de un país a finales del siglo XX que ni siquiera una gigantesca burbuja inmobiliaria y su estallido (en el difícil contexto de la crisis de deuda soberana) ha podido empequeñecer. Cuando Franco murió, en 1975, España experimentó una transición democrática (relativamente) limpia, un rápido proceso de desarrollo económico, una disminución de la pobreza y una integración vertiginosa en Europa, además de la reanimación de su primacía cultural en el mundo iberoamericano. Hoy alberga algunas de las empresas mejor gestionadas del mundo y una prolífica industria editorial en la segunda lengua materna más hablada del mundo.
A pesar de una larga crisis y un nivel desolador de paro, en España no ha prosperado ningún partido político antieuropeo. No es así en muchos de sus vecinos. Incluso los que sueñan con la autodeterminación o la independencia regional, en Cataluña y el País Vasco, defienden una Europa integrada.
No obstante, la historia de España no es sólo la de una transición sin escalas a la modernidad globalizada. La nueva normalidad se ve perturbada por el retorno de batallas lejanas, recuerdos controvertidos y crímenes silenciados. Literalmente, bajo el árido suelo ibérico se ocultan huesos medio olvidados. Pese al éxito de la sociedad construida sobre ellos, los huesos aparecen en los lugares más inesperados.
Tal como una recurrencia nietzscheana, vuelven una y otra vez: en los tribunales, en la política, en la cultura. Silenciados, quizá, pero nunca callados.
La Guerra Civil Española se libró hace más de setenta años, pero la batalla de la memoria sigue vigente; una batalla legal, culturalmente relevante y políticamente explosiva, de fuerte resonancia en España y en el extranjero. Sin embargo, algunos elementos esenciales de la historia de cómo impuso Franco su voluntad en un país dividido permanecen enterrados como los huesos en sus fosas comunes.
Uno de esos aspectos es la intervención de los nazis alemanes y los fascistas italianos, que proporcionó tropas, experiencia y suministros al bando franquista. (...)
Lo que denomino el “imperio informal”* de Adolf Hitler durante la Guerra Civil española fue totalmente distinto de sus intentos posteriores de construir un imperio formal; entrañaba una relación con los nacionales de Franco muy diferente de la que tenían los españoles con su otro gran patrocinador, la Italia fascista de Benito Mussolini.
Pero Franco reinó muchos más años que sus patronos fascistas y, después del fin del Eje, se apresuró a olvidar las deudas. Quizá incluso más imperativo era enterrar el papel de España en el futuro sistema económico europeo diseñado y controlado por la Alemania nazi. (…)
Es una historia de economía política y de la guerra en la tumultuosa década de 1930 que, por definición, transciende fronteras nacionales. Aunque mi interés fundamental está en España, Alemania y la relación entre ambos, el argumento demanda viajes a Italia, Francia, la Unión Soviética y Reino Unido. Requiere visitar campos de batalla, bancos centrales y consejos de administración. La manera en la que la Alemania nazi pretendió beneficiarse de la Guerra Civil Española sólo podía darse en el contexto del sistema internacional disfuncional de la Depresión, cuando se abandonó la globalización; será esencial entender entonces el contexto político-económico internacional de la Guerra Civil.
El imperialismo nazi en España contrasta vivamente tanto con las concepciones establecidas sobre las prioridades de Berlín en aquellos años como con los principios centrales de la ideología hitleriana sobre la que tanto se ha escrito. Por eso este estudio revela profundas diferencias entre los principales personajes del gabinete nazi, muchos de los cuales han quedado olvidados en la historiografía de un supuesto camino “inexorable” a la guerra mundial.
La intervención alemana en la Guerra Civil española es única no solamente cuando se compara con el comportamiento de otras grandes potencias, como Reino Unido y Francia, sino también con la política “fascista” tal como fue aplicada por la Italia de Mussolini. Quizá lo más interesante es que la primera aventura militar internacional de los nazis encierra una estrategia distinta a la que intentaron imponer en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque el imperio informal ensayado en España no fue el que Hitler, al final, decidió construir, ofrece un contraste útil respecto a la proyección del poder de Alemania en Europa, así como los proyectos de integración europea. En muchos aspectos, la integración informal bajo el poder alemán –que en España se plasmó de manera más tangible que en los Balcanes, pese a que estos han sido muy estudiado– tenía la capacidad de producir resultados probablemente más duraderos de los que produjo el imperio formal y genocida nazi, que, en definitiva, fue efímero.
*Director ejecutivo de Greenmantle.
Fragmento del libro La sombra de Hitler, editorial Taurus.