Durante años, sobreviví, no sé si heroica o penosamente, inventando, editando y corrigiendo libros de investigación periodística, biografías autorizadas y no autorizadas, ensayos densos o ligeros, reconstrucciones históricas, proyectos contrafácticos y otras variedades de la industria editorial.
Si ahora lo recuerdo con nostalgia y gratitud, es menos por lo que aportó a las tribulaciones de mi economía que a la modesta satisfacción que me producía reconocer que no era capaz de escribir toda clase de libros, pero que en algunos subgéneros podía ayudar a otros a dar cuenta de lo que tuvieran para decir. Si ahora menciono el detalle es porque el último período de esplendor de aquellos géneros ocurrió durante los años kirchneristas y cristinistas, y se fue agotando durante los tiempos de próspera e inteligente apertura al mundo que el macrismo nos supo conseguir y que terminó con una recesión angustiosa y una deuda impagable con el FMI. Si ahora sumamos la pandemia, el resultado es que apenas subsisten los libros de unos pocos autores que alcanzaron masividad.
Pero lo que quería contar es que una de las ideas que tuve durante aquella época fue la de un libro sobre la relación especular entre guerrilla y militares, es decir, sobre el modo en que, desde sus respectivas perspectivas ideológicas, las organizaciones guerrilleras adoptaron las formas militaristas de aquellos que habían decidido combatir, y luego, en rápida réplica, las fuerzas armadas copiaron las irregularidades de los irregulares.
El libro salió, bastante distinto de lo imaginado, por un autor del que ya no recuerdo el nombre. Tal vez ahora alguien tendría que escribir otro sobre el modo en que para sobrevivir a los embates de la oposición, el peronismo en el gobierno replica y asume como valor los discursos que enfrentó en el llano.
Franz Kafka escribió: “Como si la vergüenza debiera sobrevivirlo”.
