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Los K y los DD.HH.

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Más que una hermosa historia, Alicia en el País de las Maravillas es un ensayo de alta epistemología. Lewis Carroll juega con la fantasía, la fusiona con la realidad y logra que aparezca una verdad que, hasta ese momento, había estado encubierta. Esa es la razón que transparenta el espejo. Las verdades ocultas detrás de las engañosas apariencias. Y las metáforas de Carroll son un camino hacia estas verdades. Esta breve introducción ayuda a comprender el significado del Caso Graiver dentro del relato de los derechos humanos que el kirchnerismo ha construido en estos últimos siete años. Los Kirchner como Carroll, aunque claro que con grandes diferencias intelectuales y sin ninguna belleza, han buscado reconstruir la historia de los Derechos Humanos en la Argentina de los años 70 mezclando hábilmente la realidad del horror del Terrorismo de Estado con fantasías heroicas absolutamente mentirosas. Y hacen esa reconstrucción histórica con la sola finalidad de construcción de Poder. Los Derechos Humanos no son para el Gobierno ni un valor ni una ética, son sólo y exclusivamente un elemento central en el diseño de poder. En realidad los Kirchner nunca militaron a favor de causas de Derechos Humanos. Su protagonismo en la época de los 70 fue la de los ganadores del modelo militar. Sus heroísmos son falsos. Pero debe reconocerse su habilidad política para haber modificado esa realidad histórica y apropiarse con enorme eficacia del drama más sangriento que vivió el pueblo argentino y construir con esa apropiación Poder Político y Poder Económico. Pero los Derechos Humanos del Kirchnerismo fueron más allá: sirvieron además como un eficaz instrumento de premios y castigos sociales y de intimidaciones legales. A los amigos del Poder se les perdona todo y a los enemigos nada. Los Derechos Humanos son así el instrumento de absolución y condena. Dos grandes comisarios políticos tienen estos vergonzantes Derechos Humanos: un periodista sin ningún antecedente en la materia, que extrañamente se apropia de un Organismo de Derechos Humanos, y que hoy es responsable de los servicios de inteligencia del Gobierno; y un secretario de Gobierno que cobra una millonaria indemnización por su prisión política sin haber estado un sólo día preso. Pero así como sucede con Alicia en el país de las Maravillas la verdad termina siempre apareciendo. El Caso Graiver marca el fin del relato kirchnerista de los derechos humanos. Para entender esta afirmación se hacen necesarias ciertas precisiones conceptuales.

¿Qué son los derechos humanos en serio? La sociedad ya no sabe qué pensar sobre los derechos humanos y tiene serias dudas sobre sus protagonistas más emblemáticos. Comencemos recordando que los DD.HH. son una idea ética, una respuesta social plena de eticidad que nace después del horror de los campos de concentración de la Segunda Guerra mundial. La conciencia universal se da cuenta de que los mayores horrores para la condición humana los podía causar el propio Estado. Allí aparece el concepto de Terrorismo de Estado. Los derechos humanos son así valores universales de la persona humana más allá de razas, de géneros, de nacionalidades, de ideologías o de pertenencias políticas. Son valores provenientes de la condición humana que ningún Estado puede violar y que ningún gobierno se puede apropiar. Los DD.HH. pivotean sobre la dialéctica individuo/Estado. Son un freno a los abusos del Poder de los Estados y de los Mercados. Ese “significante” tiene, hoy, tres “significados”: es una novedosa idea política que quiebra el concepto de soberanías ilimitadas de los Estados, es un plexo de legalidad operativa fundado en Tratados Supranacionales y es una nueva idea ética comprometida indisolublemente con la Ley del Estado de Derecho.
El concepto de “derechos humanos” no sólo no admite, sino que es contradictorio con toda conducta marcada por la soberbia, intolerancia o prepotencia. Ya en los 70 Cortázar, en la revista Crisis, definía al fascismo como sinónimo de soberbia, prepotencia e intolerancia, sea de izquierda o de derecha. El relato K de los derechos humanos es una versión claramente fascista en términos de este escritor. Pero el corte más grave del relato K con la esencia verdadera del pensamiento universal de los derechos humanos lo da su escaso compromiso con la legalidad democrática y su alta vinculación con la corrupción. Todo mal. El Derecho de los derechos humanos hunde sus raíces en Alexis de Tocqueville cuando en su libro La democracia en l’Amerique sostiene que la democracia más que un sistema de elección de gobernantes por gobernados, es un sistema de valores. Valores de respeto al que piensa diferente. En el relato K el que piensa diferente es un enemigo al que hay que eliminar.

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Yo vengo del campo de los DD.HH. en serio. Me tocó ser uno de los pocos abogados que en la década de los 80 defendió jurídicamente a la mayor parte de los sobrevivientes de los campos de concentración (87 víctimas). Con el “Caso Birt” somos los primeros argentinos en abrir la jurisdicción de la Comisión Interamericana de DD.HH. el 15 de Febrero de 1989. Fui copatrocinado por juristas de las principales universidades americanas. Con esa autoridad moral hablo con vergüenza y con tristeza del relato K sobre derechos humanos que desgraciadamente ha invadido diversos escenarios institucionales. La Comisión de DD.HH. de la Cámara de Diputados de la Nación, que integro desde hace dos años, no debate nada que no sea de claro apoyo al Gobierno. El 90% del trabajo parlamentario en esa Comisión consiste en declaraciones de homenajes y beneplácitos a proyectos de amigos de Gobierno y en declaraciones de repudios y condenas a enemigos políticos. La venganza supera el compromiso ético. Por su parte la Secretaría de Derechos Humanos maneja un presupuesto superior al Ministerio de Salud y distribuye indemnizaciones y subsidios en base al criterio kirchnerista de amigo/enemigo.

Concepción bélica de la política. El Caso Graiver marca un fin de ciclo. Quizás sea la impunidad en el ejercicio del Poder lo que ha llevado a la Sra. Presidenta a cometer este enorme error político. Pretender enmarcar este caso como un paradigma de violaciones masivas a DD.HH. o como un crimen de lesa humanidad en los términos del art. 6 del Tratado de Roma más que un error es un horror. Un banquero de dudosos antecedentes que maneja dinero del lavado, de la corrupción de centrales atómicas, de los crímenes de la triple A y, por si eso no fuere suficiente, también de los sobornos de secuestros criminales de Montoneros, no puede ser presentado como un abanderado de los derechos humanos. Una viuda que es brutalmente amenazada por Montoneros y luego torturada por los militares de Massera con la única y común finalidad de hacerse con la plata de los secuestros es sin duda una víctima de violaciones a Derechos Humanos. Pero su secuestro y tortura, más que por ideología o militancia, fue por la plata. El relato K omite que el caso Mackentor tuvo 18 Consejos de guerra y sus empresas fueron intervenidas y vaciadas. En este caso, la Presidenta niega todo derecho ético y todo derecho legal (ver P/ 611 CIDH) porque Mackentor no está dispuesta a pagar por favores del Gobierno.

Los testaferros de la Presidenta. Quizás lo mas llamativo de la exposición de la Presidenta hayan sido las tres referencias que hace a un testaferro de David Graiver. Debe saberse que para el diccionario de la Real Academia testaferro es un “presta nombre” que es usado en el hampa para encubrir delitos. La Presidenta habló con verdadera emoción de este testaferro de Graiver que no hacía otra cosa que blanquear dinero de secuestros y sobornos. No sólo le asigna verosimilitud a sus dichos y honor a su palabra sino que la asocia a los derechos humanos. Y qué decir del testimonio de Papaleo, funcionario de López Rega. Me pregunto qué dirán aquellos honestos militantes del oficialismo que fueron víctimas de las Tres A. ¿Qué dirán los Pujadas, los Vaca Narvaja, los herederos de Atilio López, los Gullo, los Obregón Cano?

La concepción heroica de la derrota. Lo cierto es que el relato de los derechos humanos del kirchnerismo ha derrapado y los argentinos debemos estar alertas y ser muy prudentes para evitar sangre. Porque el juego bélico de la política que propone el Gobierno incluye un visión heroica de las derrotas. El peor sueño del kirchnerismo es el helicóptero de De La Rúa. Nunca lo admitirán. Vivimos en situación de riesgo democrático y debemos ser muy sensatos. Y sobre todo entender de una buena vez que el problema argentino no es económico, sino político y cultural. Que la riqueza de las naciones en el siglo XXI pasa por la riqueza institucional. No hay país en el mundo de hoy que ofrezca calidad de vida a sus habitantes sin un sistema de valores democrático en acción. Dos modelos de país se enfrentan hoy en la Argentina. No se trata de opciones entre personas ni entre partidos ni entre viejas izquierdas y derechas. Sino entre una cultura de la legalidad vs. una cultura autoritaria de corrupción. Una matriz cultural autoritaria y una liviana convivencia con la corrupción son los males a vencer para tener un país diferente. Ningún programa de gobierno alternativo al kirchnerismo tendrá éxito si previamente no decimos qué hacer con los tres ejes de la decadencia argentina: a) ¿Qué hacemos con la pobreza estructural de un 30% de nuestros compatriotas? ¿Seguimos con la ayuda clientelar o buscamos sacarlos de la pobreza?; b) ¿Qué hacemos con la corrupción estructural de la Argentina? ¿La seguimos tolerando social y judicialmente o comenzamos a castigarla?; c) ¿Qué hacemos finalmente con la Justicia argentina con tantos jueces del poder y con tan pocos jueces del ciudadano de a pie?

Volvamos a Lewis Carroll. La caída del relato K de los derechos humanos nos da la oportunidad de cruzar el espejo y encontrar las verdaderas opciones que como país tenemos y de clausurar las falsas opciones con las que hemos vivido engañados. Los DD.HH. no permiten venganzas ni desmemorias ni son anclaje en odios del pasado. Son garantía de justicia y de verdad, pero siempre en el marco de la ley y del respeto al que piensa diferente. Y esta es la clave cultural de un nuevo paradigma de gobernabilidad que nos permita construir un modelo diferente de país con crecimiento económico sustentable, con justicia social, con paz interior y sobre todo con ley.

*Diputado por la Coalición Cívica.