"Nuestra era es retrospectiva", comienza Ralph Waldo Emerson en El Espíritu de la Naturaleza. "Las generaciones anteriores miraban cara a cara a Dios y a la naturaleza; nosotros lo hacemos a través de sus ojos". Cuando lo escribió la imprenta había cambiado al mundo. Envasó el conocimiento y difundió el saber. Todo se centró en la razón y solo tenía valor aquello que se podía demostrar. La época de la ilustración y la aceleración de la ciencia mataron a los profetas. Pero con el Siglo de las Luces sucedió algo que cambiaría al mundo. Se descorrió el velo que mostraba el poder que movía a las cosas. Fue con el inicio de la domesticación de la electricidad que la humanidad empezó a descubrir las herramientas para producir el segundo Fiat Lux de nuestra historia. Llega la hora de los neuromantes.
Cuando la ciencia no alcanzó para llenar la búsqueda del conocimiento humano y a falta de profetas su lugar lo tomaron los artistas. Se convirtieron en los radares de la sociedad y comenzaron a mostrarnos lo que vendría para preparar a nuestra psiquis. Literatura, poesía, pintura y luego en el cine nos fueron anticipando un mundo extraño que luego se cristalizaría. Es sabido que en el Media Lab del MIT están más ansiosos por el lanzamiento de nuevos libros de ciencia ficción que por los papers de universidades o publicaciones de ciencia. Marshall McLuhan, el primer filósofo que estudió los efectos de los medios electrónicos sobre la mente se convirtió en el profeta de lo que vendría. Decía “vamos hacia el futuro mirando el espejo retrovisor” y anticipó con sus aforismos y sus textos aún crípticos el mundo de hoy.
En el siglo XX se experimentó hasta el límite y se modificó a la naturaleza como soñaron los futuristas. La energía nuclear, trasplantes de órganos, reescritura de los genomas y la hibridación cibernética. Como la naturaleza imita al arte comenzó a mutar siguiendo los ecos de las creaciones humanas. El hombre imitó a Dios y le quiso dar vida propia a la máquina y que aprendiera a aprender. Y la máquina comenzó a aprender. Lo vemos en ejemplos banales en nuestros celulares y navegadores cuando completan palabras con su teclado predictivo. Los algoritmos aprenden de sí mismos y predicen cuál será el próximo desafío para el que ya tienen la solución. Andrew Ng, director del laboratorio de Inteligencia Artificial de la Universidad de Stanford, dice "Los algoritmos de aprendizaje están superando el rendimiento a nivel humano cada vez en más áreas, desde el reconocimiento de voz al reconocimiento de imágenes. Competir con el rendimiento humano se ha convertido en un nuevo deporte en el mundo del aprendizaje profundo (deep learning)".
Qué sucederá con los medios de comunicación en este nuevo mundo en que las máquinas empiezan a saber más que nosotros. La buena noticia es que en la ciencia ficción los medios siguen existiendo. Según McLuhan hay que entregar los medios a los artistas en diversos campos porque "ellos son siempre los primeros en descubrir cómo capacitar un medio para que emplee o libere la energía de otro..." "Los artistas resultan indispensables en el modelado, análisis y comprensión de la vida de las formas y estructuras creadas por la tecnología eléctrica". Cómo será el arte de combinar los veintitantos signos ortográficos. No se puede diseñar el futuro con manuales de la era industrial. Ya no vivimos más en una era retrospectiva, nuestra era es predictiva. El diario hecho por robots está muy cerca. La máquina será más eficiente y más barata en la adaptación de noticias de pura información. Incluso el análisis podrá ser escrito por algoritmos. El periodismo está frente a una metamorfosis que de a poco lo va llevando a ser artífice de nuevas formas de relato. William Gibson predijo un modelo al que llamó Simestim, un dispositivo con el que la experiencia sensorial es completa, la información quiere ser libre por eso se reviste de emociones.
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