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Los oficios terrestres

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Hace varios días que pienso en la excusa del Sr. Macri: “Es que como soy ingeniero, carezco de sensibilidad. No me doy cuenta del sufrimiento de los otros”.

Asociar caracterologías con profesiones... sería como decir: “Es que como soy peluquero, por eso soy tan chusma y charlatán” (es lo que escribió Sarmiento, el asesino del Chacho Peñaloza, en sus Viajes) o, es que como soy bailarín, por eso soy tan puto o: es que como soy estudiante de Letras, por eso soy trotskista o (estoy seguro de que el Sr. Macri también suscribe esta correlación): soy sindicalista, no me queda más remedio que ser corrupto.

Es rara una correlación de sentidos tan brutal e incluso brutalista. De allí provienen todos los prejuicios, que por lo general tienen que ver con la organización de lo viviente en grandes clases de sentido inamovible: negro patasucia, indio vago, rubia tarada, gitano ladrón, judío roñoso, pero también: yanqui imperialista, torta belicosa, loca mala, cerdo burgués.

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Son esas, qué duda cabe, las grandes figuras de la discriminación, cuando el discurso cristaliza y se vuelve estrategia de aniquilación.

Que eso suceda cuando habla o escribe un ciudadano corriente es asunto que debe preocupar a la pedagogía, cuyo solo objetivo se daría por cumplido si pudiera extirpar esos vicios conceptuales.

Pero cuando es la cabeza del poder soberano quien así se expresa (los dichos del Sr. Bolsonaro sobre Mme. Macron van en la misma dirección) es como si toda idea de emancipación cultural estuviera perdida.