Domingo 27 de octubre: Luego de superar holgadamente a Martín Insaurralde por casi 12 puntos, Sergio Massa le habla al país como un auténtico líder emergente. Antes, el cuestionado Amado Boudou aparecía junto a referentes del Gobierno impostando un triunfalismo eufórico cuyo leitmotiv es que el oficialismo sigue siendo la primera fuerza política del país.
Martes 29 de cctubre: Mientras los ecos del triunfo de Massa permanecen vigentes, la Corte se expide declarando la constitucionalidad de los artículos de la ley de medios cuestionados por el Grupo Clarín.
Jueves 31 de octubre: Martín Sabbatella irrumpe en las oficinas del multimedio para comunicar que el Afsca actuará de oficio para que el grupo Clarín se ajuste a la ley.
Analistas políticos diversos señalan que con estos hechos el Gobierno habría recuperado la iniciativa política y, por ende, diluido el efecto del traspié eleccionario. Los más osados, se animan a establecer un paralelismo con el 2009, cuando —luego de triunfar — la oposición fue saliendo de escena a raíz de la ofensiva de medidas impulsadas por el Gobierno. El corolario de tal lectura los conduce a interrogarse si la suerte de Massa no será análoga a la de Francisco de Narváez.
Con independencia de su adecuación a futuro, a mi juicio tales análisis pecan de un error común: la obsesiva dramatización de lo que acontece en el día a día obnubila la visión en perspectiva. Una implicancia de ese error conduce a maximizar la sorpresa de lo que, en rigor, debía ser considerado dentro del espacio de lo posible.
En efecto, luego del triunfo de Massa y del retroceso electoral del oficialismo en las PASO, muchos analistas coincidieron en sostener acríticamente que —al quedar definitivamente sepultado el sueño de la re– reelección— el Cristi-kirchnerismo estaría llegado a su fin y, por ende, comenzaba la etapa de transición hacia 2015. Tales análisis ameritan algunas reflexiones:
Una de las reglas básicas de la estrategia es no subestimar al adversario. A mi juicio, la idea de que el kirchnerismo está derrotado y en retirada y que la Presidente ya capituló, es un error producto de confundir el deseo con la realidad.
Mi conjetura es tan simple como incomprobable: en su fuero íntimo, la Presidenta ansía secretamente que algo ocurra a efectos de “desempolvar” la re-reelección. Y, es más, no solo lo desea, sino que está decidida a hacer lo posible para que suceda. Creo que la pasión de Cristina se adecua plenamente a esos versos de Almafuerte: “No te des por vencido, ni aún vencido”. Aunque es cierto que tal sueño presidencial resulte hoy incompatible con la ley, la vocación del kirchnerismo siempre ha radicado en desarrollar los mecanismos necesarios para alcanzar sus objetivos. Es por esas razones que, ad referéndum de que la Presidente reasuma con plena salud, lo más probable es que se asista al conocido discurso de profundización del modelo antes que a capitulaciones, definiciones de sucesores o rectificación de supuestos errores.
Eso no significa predecir el futuro éxito del Cristinismo, sino advertir que no debería sorprender si continúa batallando hasta el fin. Como ya dijera la misma Presidente a los opositores: “No se hagan los rulos”
*Director de González y Valladares Consultores de Marketing Político.