Dure o no lo que una tormenta de verano, el nuevo jefe de Gabinete ya puede exhibir un cambio en las expectativas político-económicas. Hábil, como buen peronista, hace diariamente gestos que pretenden un nuevo tiempo. Habrá que ver cómo los sostiene en el tiempo, pero consiguió que hasta encarnizados enemigos del Gobierno (incluyendo entre ellos a connotados medios y periodistas, con las sabidas excepciones) hayan bajado al menos por un rato la banderas de guerra.
En algunos casos apeló a cuestiones de forma, como la hiperactividad pública y oficial, las conferencias de prensa y los anuncios diarios. El anuncio de ayer de que buscaría cambiar la mecánica del hiperdisfrutable e hipergastador Fútbol para Todos –con el impresentable de Marcelo Araujo incluido– y el nombramiento de un cura (de San Lorenzo, como Francisco)en el Sedronar también constituyen otro golpe de efecto en la misma dinámica.
Sin tanta exposición, inició el desembarco en algunas áreas clave, como el Banco Central y la Afsca, en cuyos directorios se instalaron hombres de su máxima confianza. Su búsqueda de influencia, con el aval de Olivos y de la mayoría de los gobernadores justicialistas, promete nuevos capítulos con arribos en la AFIP y en el control de la publicidad oficial y del sistema de medios públicos.
Se siente fuerte para aprovechar la oportunidad de convertirse en el presidenciable oficial. Por eso no dejó pasar las críticas que recibió por la pobreza y la mortalidad infantil en su provincia. No dio tampoco ahí un paso en falso. El riguroso sitio periodístico Chequeado.com (insospechado de oficialista) evaluó que efectivamente en Chaco mejoraron las tasas de mortalidad infantil (de 21,2 a 11,4 por mil), así como la extensión de la red de agua potable pasó del 70 al 76% de su población.
Igual, Jorge Capitanich haría mal en confiarse. Primero porque tiene una larga historia política que arranca con el menemismo y continuó con los ismos peronistas que se sucedieron. Seguramente aparecerán oscuridades entre esos antecedentes, como lo demuestra nuestra nota de Alfredo Leuco (ver página 16). Y también deberá cuidarse de los celos que comienzan a surgir entre propios y ajenos. La política argentina ha dado tantas muestras de generosidad como de canibalismo.