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Macri, simios, kirchneristas

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Quizá sea el cielo gris o la módica lluvia de este comienzo de otoño demorado, pero a pocos días de las PASO la impresión que deja el recuerdo del recuento y el cuento contado por los políticos viene tirando a desabrido. La falsa salsa que bailó Mauri en el cierre de su campaña de globilandia permitió a algunos peronistas melancólicos continuar con el sonsonete de que el presunto joven hijo de papá en el fondo no es más que un viejo gorila, o al menos baila como tal. Es curioso que, luego de su triunfo, casi lo primero que hizo el adalid del liberalismo y la libertad de personas y mercados fue publicar una solicitada celebrando la cantidad de empleos que genera la industria textil local, lo que parece una módica confesión de conocimiento y despreocupación acerca de las condiciones de semi o total esclavitud de los obreros de los talleres clandestinos que por precios miserables o directamente sin pago alguno fabrican las prendas que luego venden a los tradicionales precios astronómicos de las marcas ABC 1 su glamorosa esposa Juliana y su cuñado Daniel. Quizá por detalles como ése el notable actor Alejandro Awada, hermano de ambos, declara a quien lo quiera escuchar que su única familia es su hija. Es extraño, además, que siendo Macri el líder de un partido cuya campaña fue familiera, inespecífica, vana, vacua y “gentista” (sea esto último asimilable a algo o equivalente a la más pura nada), haya precisado en su solicitada la cantidad de empleados y/o esclavos ocupados en la tarea costureril, cuando cifras, conocimiento e información acerca de su gestión no han sido precisamente el aspecto más destacado de su performance pública, salvo cuando le soplaban algo al oído.  

En fin. Todo es raro en un país donde el liberal se dice peronista y los peronistas (o kirchneristas, para aquellos a quienes les afecta la voluntad de distingo) no pueden dar cifras y prefieren desconocer la existencia de la pobreza, quizá porque para ello debieran reconocer antes que la inflación se ha devorado el beneficio clientelista de los subsidios. De todos modos, por espíritu de contradicción, dan ganas de hacerse del PJ o del FpV, sobre todo luego del acto público de contrición del panel de 6,7,8 tras la derrota. Quizá impulsados por los vientos del Espíritu Santo que sopla desde el Vaticano para ungir a Daniel Scioli como palomo a posarse sobre el sillón de Rivadavia, ofrecieron un meditativo mea culpa que incluyó la sorprendente admisión de la condición humana del 70% del electorado que en Capital no votó al aéreo candidato propio, en una especie de debate televisado que reproducía, o una bajada de línea contundente, o un inesperado acceso de ánimo crítico acerca de la campaña propia. En todo caso, un espectáculo sorprendente. Por suerte, yo, como otro ciego, sólo apoyo las causas perdidas y sigo votando a cualquier lista cuyo destino final se incluya en la nominación “otros”.