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Madres en años luz

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Vete Davies me dice que no le importa el Día de la Madre y que igual lo festeja porque a los hijos de ella, sí. Le decimos Vete porque es veterinaria y se apellida Davies. Mientras hablamos está cayendo una llovizna fría de esas que suelen estar impermanentemente sobre el cielo de Londres. Pienso en el libro de Jeanette Winterson que leí hace poco y que me gustó tanto.

El libro narra, en primera persona, la larga ordalía de ser una hja abandonada, una hija adoptada y luego una hija que reencuentra a su verdadera madre. ¿Pero era la verdadera? Era la madre biológica, Ann, quien la abandonó a los pocos meses de nacer  porque no podía mantenerla. La señora Winterson la adoptó y, a su manera, con lo bueno y lo malo –más de lo último– la convirtió en lo que Jeanette finalmente es. “Me molestaba que Ann criticara a la señora Winterson”, dice Jeanette.

Me encanta cómo describe a las mujeres en su libro. Habla, por ejemplo, de una maestra de su colegio, la señora Ratlow: “Era viuda y era la directora del departamento de lengua inglesa, pero también se encargaba de cocinar y cocinar para sus dos hijos y nunca se tomaba vacaciones porque decía –y jamás se me olvidará–: ‘Cuando una mujer sola ya no despierta el interés del sexo opuesto, solo resulta visible donde sirve para algo’”.

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Y también habla sobre la fulgurante aparición de Margaret Thatcher: “Me parecía que Thatcher ofrecía mejores respuestas que los varones de clase media que representaban el partido laborista y que esos trabajadores que hacían campaña por un salario ‘familiar’ y querían que sus mujeres se quedaran en casa: yo no tenía casa, tenía furia y arrojo. Era lista. Estaba desconectada emocionalmente. No comprendía las políticas de género. Era el prototipo ideal para la revolución Reagan/Thatcher”.

Cierro el libro. Pienso en mi madre. Podría entrar tranquilamente en la larga galería de mujeres wintersonianas.

Una mujer joven, linda, que después de casarse y tener tres hijos se convirtió en un electrodoméstico de carne. Muy alejada de las ideas de Simone de Beauvoir. Una mujer inteligente que solía fumar descalza en el patio las tardes de calor y que me hacía baños de vapor cuando me enfermaba.

Ahora que el Orlando de Virginia Woolf está dejando de ser ciencia ficción para ser un relato realista, no sé qué pensaría del mundo si estuviera acá. Ella nació como John Lennon, al final de la última gran guerra.