Alberto Fernández se dio uno de los pocos gustos de los que pueda jactarse en su desvaído y penoso peregrinaje por el poder: defender en la Cumbre de las Américas a los regímenes antidemocráticos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Notable contradicción de quien se dice un defensor de los Derechos Humanos de avalar a gobiernos que abiertamente los vienen violando desde hace años y sin ningún remordimiento. Su discurso, que no sorprendió al presidente de los Estados Unidos, Joe Biden –quien estaba anoticiado del tenor de la alocución– y en el que no se privó de pedir la renuncia del secretario general de la OEA, Luis Almagro, estuvo dirigido principalmente a satisfacer las demandas de la feroz interna que se vive dentro del Frente de Todos contra Todos. Fue como si se hubiese concretado la proyección de un sueño adolescente con arranques de rebeldía: cantarle las cuarenta al presidente de los Estados Unidos en su propia casa.
Por lo tanto no faltó la alusión a Macri a través de la mención crítica al presidente Donald Trump, en un guiño destinado a congraciarse con Biden. Con todo, lo más significativo del discurso fue su intrascendencia. La exposición claramente condenatoria hacia los regímenes antidemocráticos de La Habana, Caracas y Managua por
parte del presidente de Chile, Gabriel Boric –un hombre de la izquierda– dejó al desnudo lo anacrónico de la postura de AF.
Lo curioso es que, horas después, el mismo gobierno se encargó de difundir con aparatosidad el saludo del presidente argentino con el de los Estados Unidos y en decir que no había recibido ningún reproche de su parte. Es otra de las contradicciones típicas del kirchnerismo. Despotrican contra Washington, pero luego se derriten buscando recibir la invitación para una visita de Estado por parte de la Casa Blanca. Lo mismo sucedió con Cristina Fernández de Kirchner quien, por un lado, hablaba pestes del gobierno de Barack Obama mientras que, por el otro, buscaba de-sesperadamente una reunión bilateral con él.
En el Gobierno se entusiasman con la buena química que se generó entre AF y Biden. Creen que con eso se soluciona todo. ¡Cuán equivocados están! Deberían prestar atención a los mensajes que están circulando al interior del Departamento de Estado en donde de todo se toma nota. Al momento de escribir esta columna circulan por allí opiniones que se oponen abiertamente a que el presidente Biden asista a las reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos (Celac) que lo obligue a encontrarse con Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Miguel Mario Díaz Canel. Por otra parte, la preocupación importante del gobierno de los Estados Unidos pasa por la creciente presencia de China en la región y, específicamente el tema del 5G.
Durante el periplo de AF por Los Ángeles hubo también lugar para el colmo del cinismo, que llegó bien entrada la conferencia de prensa cuando se refirió a la salida del ex ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas: “Matías es un gran ministro que cometió un error y un error que yo no lo soporto, que en off se hable mal de otro. Es más, reniego de los que hablan en off, debo confesar. Es mejor hablar francamente”. Parece haber olvidado que construyó su carrera política en base a sus filtraciones de información en off the récord, práctica que se extiende con mucha intensidad hasta el presente.
¿Quién se quiere llevar el Gobierno a la mesita de luz?
Kulfas negó en sede judicial que, en sus declaraciones en on y en off, se refiriera a un hecho ilícito y aseguró que se trataba de opiniones de índole política.
Algunos líderes opositores celebraron las declaraciones del ex ministro. No se trató solamente de la voz del ex ministro Juan José Aranguren quien criticó las denuncias de los diputados opositores. Otras figuras de No Tan Juntos por el Cambio “prefieren no hacer olas” con una obra tan importante que los terminará beneficiando en el futuro. Como se ve, en todos lados se cuecen habas.
Lo de Kulfas no fue la bronca de un día. Lo suyo tampoco fue un monumento a la dignidad. Durante dos años y medio aguantó en silencio el maltrato al que lo sometieron CFK y La Cámpora. Ido Kulfas, todas las miradas de CFK y sus secuaces están puestas en Martín Guzmán a quien el sector empresarial trata de apuntalar. “Si se va Guzmán, sabemos que el que venga será peor”, sentenció sin ambigüedad uno de los empresarios que acudió a la reunión organizada por la Asociación Empresaria Argentina (AEA) en donde habló el ministro de Economía.
La reaparición en el escenario político vernáculo de Daniel Scioli conmocionó al oficialismo. El más afectado es Sergio Massa. Scioli llega con un objetivo: la revancha en 2023. Su aspiración a la candidatura presidencial, reverdecida desde hace meses, tiene en este nombramiento un trampolín que le da vuelo a su sueño. “Daniel quiere la revancha. Siente que el único candidato de unidad del peronismo es él”, afirma, categórica, una voz de su entorno.
La calma financiera parece haber llegado a su fin. El dólar Blue alcanzó los 210 pesos y el contado con liqui se fue a 277.
Mientras el Gobierno se entretiene defendiendo a Maduro, Ortega y Díaz Canel, y con el proyecto de ampliación a 25 del número de miembros de la Corte Suprema, la crisis interna y las dificultades para cumplir los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional hacen que las alternativas adversas de economía argentina no sorprenden a nadie.
“A menudo hace falta más coraje para hacer lo correcto que lo incorrecto.”
Abraham Lincoln