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Margarita no crece

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Ojalá que nuestra patria copie a su madre. España no termina de sorprenderse, ni el ruedo político para de convulsionarse. La crisis económica y la decepción de los políticos lograron que dos ciudadanas comunes, sin pertenecer a ninguna mafia partidaria, asaltaran el tablero político de Barcelona y Madrid. Ambas encararon la dura lucha de pensar distinto y tener ambiciones, combatir la indiferencia y la injusticia social. Cambiaron el eje de traición política a participación ciudadana.
Ada Colau, una luchadora callejera casi filósofa, 41 años y 25 de activista, okupa, vinculada al movimiento antiglobalización. Luchadora por una vivienda digna, provocó escraches al estilo argentino, fue y es el terror de los banqueros. Gestó la campaña “Stop Desahucios”. Convenció a toda España de que estos actos eran los más violentos. Escribió dos libros, Vidas hipotecadas y ¡Sí se puede! (crónica de una pequeña gran victoria). Casi como un eco, repitió que el miedo paraliza y la esperanza estimula.
Formó Barcelona en Comú un año atrás y se alió con Podemos para competir en las elecciones. Hoy, la ingobernable deberá gobernar Barcelona. Su programa –muy similar al de Manuela Carmena– propone prohibir los desalojos de primera vivienda, lanzar un plan de choque contra la pobreza, paralizar las grandes obras de infraestructura y, a mediano plazo, auditar la deuda municipal.
Carmena, 71 años, rejuveneció a Podemos. Si yo soy de izquierda, se plantó. Jurista, ex comunista, defensora de obreros detenidos por el dictador Franco. Cofundadora del despacho laboralista que sufrió el atentado llamado “la matanza de Atocha”, 1977, perdiendo a cinco compañeros. Ya como juez, en 1981 luchó contra la corrupción en los juzgados, se ocupó de las víctimas de abusos policiales y fundó la asociación progresista
Jueces para la Democracia; obtuvo el Premio Nacional de Derechos Humanos.
Ya jubilada, formó una empresa solidaria para ayudar a la reinserción de los presos. Escribió Crónica de un desorden: notas para reinventar la Justicia y Por qué las cosas pueden ser diferentes: reflexiones de una jueza. Y ya en el final, el destino la eligió como candidata de Ahora Madrid y descolló con el 63%, que la convierte en alcaldesa.
En Argentina se están muriendo las flores del jardín de la república y con ellas, la margarita. Stolbizer, tres veces candidata a gobernadora de Buenos Aires, tres veces perdedora. Desde 1997 diputada, atada a la estructura partidaria del radicalismo, paralizada por dirigentes que cambian ideales por negocios, fundó su partido GEN, Generación por un Encuentro Nacional. Candidata de último momento de UNEN en una elección despareja y con dos favoritos, la alternativa fue masculina y no se discutió. Ella visualizó a los candidatos Scioli, Macri y Massa en la calesita del poder: en una elección se suben a un caballo, en la próxima se bajan, siempre son parte de lo mismo. Criticó al radicalismo, que vendió sus principios por dos cargos, y definió este tiempo como fin de ciclo. Ni la honestidad ni la valentía de esta abogada de ascendencia alemana llaman la atención. En un país resignado a la corrupción, entregado al narco y sin una ética que defender –y si la crisis económica tan preanunciada no se produce– nadie se desespera por buscar nuevos y santos valores.
Ella se queja y se lamenta, los medios la invisibilizan. Pide honestidad, austeridad y justicia. La llaman “la denunciadora”: inició la causa de las irregularidades de Hotesur, propiedad de Cristina K, a cargo del juez Bonadio. Ahora investiga la sucesión de Néstor K.
Pero estos tiempos no son los de políticos-ciudadanos-comunes. Nadie escucha, imposible remontar esta cuesta si no aprieta el zapato. Ella se planta y no negocia con nadie. Desencantada del discurso de los otros, ni los intelectuales que la apoyan –Alejandro Katz, Beatriz Sarlo– consiguen que la sociedad y los comunicadores reparen en ella. La riegan, pero Margarita no crece.

*Socióloga y periodista.

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