La gente opina de ciencia sin saber nada, de historia sin verificar datos o de psicoanálisis leyendo el horóscopo chino. También se juzgan ficciones o actuaciones sin haber escrito jamás una buena historia. No importa. Ese pataleo contra Don’t Look Up, que tiene (además de a DiCaprio) más de un mérito, bien podría surgir de un asunto más turbio: nos han trabajado para negar el calentamiento y el daño que el capitalismo extractivista le hizo al planeta. Fue un trabajo fino que usó el sarcasmo como aliado favorito del intelecto: cualquier pensante se cree Hegel solo por disentir en frases piolas contra lo que es obvio. A veces pensar no es solo pensar sino pensar a contracorriente, pero de este principio físico se aprovechó el extractivismo para ridiculizar cualquier denuncia del cambio climático. La burla al vegano solitario o al abrazaárboles o la relativización del fracking son el triunfo de una carrera contra el planeta, avalada así, involuntariamente, por una pseudointelectualidad muy satisfecha con señalar clichés o alguna idea repetida (aunque verdadera).
Leo a uno con aura de sociólogo que la compara con Los bañeros más locos del mundo, sabiendo íntimamente que no es. Otro cuestiona las artes de DiCaprio (un activista real) o Meryl Streep, que son –sépase– dos expertos. ¿Es hacer crítica? Pues si el tema es el planeta hay carta libre para mostrarse ingenioso.
Es una comedia felizmente masiva, no necesariamente graciosa, cuyo tema es más importante que sus formas. Pero para verlo hay que superar un arduo trauma intelectual que nos han metido de supositorio.