Parece que la fortuna no acompañó al repetido profesionalismo que invoca el equipo económico: fracasó la semana pasada en un intento de canje por US$ 1.000 millones, cuando el trámite era papilla para el bebé.
Justo cuando Macri era adorado en Davos como si fuera Warren Buffett y los EE.UU. anunciaban el levantamiento de restricciones para los créditos a la Argentina. Justo cuando Obama transmitía que lo recibirá en marzo, fecha cuando el Papa también le permitirá besarle el anillo en Roma, metafóricamente hablando. Justo cuando hasta los holdouts le van a volver a prestar al país: refriegas mediante, no se van a perder la oportunidad de una tasa abismal cuando en Alemania les cobran a los ahorristas por cuidarles la plata. A pesar de todo este viento a favor, Alfonso Prat-Gay y Federico Sturzenegger tuvieron una jornada aciaga, un imprevisto de la naturaleza, y por culpa del acontecimiento (caída de los mercados) nadie se animó a mover un céntimo de su cartera. El tropiezo tal vez sea una anécdota en el historial financiero de la nueva administración, pero sacudió la altivez de quienes hablan como hablaba Domingo Cavallo o Roberto Lavagna y permitirá revisar –se supone– la forma de convocar capitales sin pagar comisiones bancarias ni altos intereses. También, la seguridad técnica de que las matemáticas son infalibles para dominar los mercados.
Justamente el modelo matemático fue determinante para confiar en la liberación ipso facto del cepo que un día Prat-Gay le garantizó a Macri. Sin traumas ni topetazos en el operativo. Al revés, claro, de lo que proponía el principal asesor del entonces candidato, Carlos Melconian (hoy en la reserva del Banco Nación), más cuidadoso en esas aventuras. Hubo, como se recordará, un incidente enojoso entre el postulante presidencial y su ministro in péctore, ya que éste le corrigió la plana a Macri, diciendo que la eliminación del cepo sería progresiva o merecía la protección previa de una serie de medidas. Se ofendió Macri con la corrección de su asesor, no pudo lograr que este se rectificara, y tanto él como su equipo de colaboradores fueron desviados a una categoría inferior mientras Prat-Gay se proyectaba hacia el Palacio de Hacienda. Mucho más cuando el nuevo ministro se consolidó con quitar de un saque el cepo y el Presidente quedó en la superficie como sabio elector de funcionarios y decisiones.
El ingeniero se rindió, entonces, ante las matemáticas, aunque esa entrega todavía ofrece reparos. Antes que nada vale rescatar en ese movimiento presidencial una participación clave, quizás la autoría y la responsabilidad de quien se encargó de diseñar el modelo matemático que, en la superficie, condujeron Prat-Gay y Sturzenegger, el titular del Banco Central.
Todos podían opinar sobre el operativo de eliminación del cepo a realizarse, pero el único encargado de mover las piezas –inclusive, por encima de sus jefes– fue quien se especializó en las elucubraciones matemáticas sobre la cantidad de dólares a ingresar o vender, según los sectores, y estableció las condiciones para evitar una posible corrida. El supremo del subconjunto, para utilizar la jerga, fue un físico que además es economista, experto en finanzas e ingeniería electrónica, flamante miembro del directorio del Banco Central: Demian Riedel. Hombre que deslumbra a Sturzenegger y reconoce una filiación propia con Prat-Gay, con quien “militó” hace años en el mismo banco privado, el JP Morgan. Salvo especialistas o diletantes de la economía, pocos conocen a Riedel, apenas si han circulado algunas fotografías de su rostro. A él, indirectamente, Macri le debe agradecer lo que en las citas internacionales le reconocen como su máximo acierto financiero, la liberación del dólar.
La jugada le quitó el sueño a más de uno en el Gobierno hasta generarle cierto pánico; no todos parecían convencidos de la eficacia matemática. Pero el operativo resultó, y Macri y su ministro respiraron felices. Pero la economía dispone de un dinamismo que no puede encerrarse en un modelo de combinaciones aritméticas. Lo demostró una financiera, en los 70, que actuaó exitosamente bajo el imperio de un férreo esquema matemático, hasta que aparecieron ítems que el modelo no contenía y, por supuesto, la financiera quebró.
Ahora, si bien el operativo del cepo resultó incruento, la devaluación que acompañó a su epílogo parece que se quedó corta ($ 13 a $ 14 por dólar), mientras que las expectativas del mercado o ciertas empresas configuraron sus precios a un valor superior (entre $ 15 y $ 16). Una llave doble Nelson: para los exportadores industriales, el nuevo precio parece insuficiente y los consumidores sufrieron un shock inflacionario inesperado.
Si hasta quienes se proponen invertir en el país se paran ante un rendimiento que no les es tentador. Parece que no alcanza con la libre circulación o la remisión de ganancias establecida. Molesto dilema ante naciones que colocan productos sin interesarse en el precio (China). Y las matemáticas para esto quizás no tengan explicación. Es política