La renuncia de Máximo Kirchner me trajo a la memoria (casi todo me la trae, pero buena es la ocasión) la cita más citable que recuerdo. Es el epígrafe de una de mis novelas favoritas de la posadolescencia, y Lawrence Sterne la empleó porque le resultaba oportuna para ilustrar el sentido general de su obra magna, Vida y opiniones de Tristram Shandy, caballero. La cita es de Epícteto, y vaya uno a saber cómo se leerá en sus distintas versiones (literal, alegórica, poética, etc.), pero en mi recuerdo se leía así: “Lo que perturba a los hombres no son las cosas en sí, sino las opiniones sobre las cosas”. Es una cita corrosiva, perfecta: disuelve en el ácido del discurso la ilusión de un ser, un núcleo, una esencia.
A esta bella cita tan citable, la acompañan, en segundo y tercer premio del concurso de la memoria, dos que engalanaban la tapa de, ya no recuerdo sí El Escarabajo de Oro o El Ornitorrinco, revistas literarias dirigidas por Castillo y Heker. Decía, una: “Di tu palabra y rómpete”, y la otra: “Uno debería ser siempre un poco improbable”. Se atribuían a Oscar Wilde y a James Joyce, no sé en qué orden. Y confieso que me pasé años tratando de reponer la autoría, de acuerdo a mi idea sobre las condiciones y posibilidades de los autores. Prima facie, se me ocurría que la apuesta a la improbabilidad era una boutade elegante que correspondía más bien al epigramatista inglés que al esforzado y programático vanguardista irlandés, y luego me decía que tal vez debía invertir el orden y pensar que romperse luego de la palabra podía ser algo dicho por Wilde en su período de prisión, porque el dolor hace sentido y vuelve definitivo y verdadero cada momento que se percibe eterno.
En fin. Para no demorarme –aunque nada me gusta más que hacerlo, perderme en el hilván, en el vaivén palabrero–, lo que estaba tratando de decir es que la renuncia de Máximo K a la titularidad de su bloque pareció reunir o resumir las tres citas. Porque se dijo de todo, la lectura de su acto lo convirtió en objeto privilegiado de una hermenéutica: que había obrado impulsado por su madre; que su madre estaba en desacuerdo; que era un cobarde; que había tenido el valor de renunciar a los honores pero no a la lucha contra el FMI; que la suya era una jugada arreglada con Alberto para serruchar la firma de un acuerdo intragable sin que Alberto pagara los costos; que rompía la unidad del Frente de Todos; que su renuncia expresaba los límites objetivos, propios de su condición de clase (burguesa), para denunciar como deuda dolosa la tomada por Macri; que su apuesta era a preservar a futuro una minoría K de paladar negro para cuando ocurriera la derrota nac & pop en 2023.
En resumen: Máximo dijo su palabra y se rompió en ella; sus motivos son improbables, o al menos infinitamente opinables.