La editora de la sección Economía –también responsable de la excelente 50 y 50, un espacio dedicado a la búsqueda y promoción de la equidad de géneros– envió al Correo un mail que este ombudsman ha recibido en su casilla personal. Elijo publicarlo en esta columna porque merece un lugar destacado por su contenido y porque permite disparar reflexiones que en su momento ya han sido expuestas aquí.
Dice Patricia Valli:
“‘Riesgoso equilibrio en el límite de la credibilidad’, titulaba el Defensor de los Lectores el 21 de julio de este año. Un día antes, PERFIL había publicado una nota donde señalaba a Martín Guzmán como uno de los economistas que en el Frente de Todos querían incorporar al gabinete. Se trataba de una nota basada en fuentes off the record, un recurso que el Defensor de los Lectores reconoció después de varios párrafos donde, sin embargo, le apuntó una y otra vez a la nota de mi autoría. El Defensor cuestionaba el título y la tapa, pero fui la única sindicada, la redactora (en ese momento, subeditora de la sección), no una sino varias veces, siempre con el límite de la credibilidad como excusa. Este viernes, Alberto Fernández presentó a Martín Guzmán como ministro de Economía, como anticiparon las fuentes del Frente de Todos a PERFIL, que eligió preservarlas en off”.
Antes de entrar en el tema central que motivó aquel texto mío, quiero formular un muy sentido mea culpa: el último párrafo de mi columna pecó de exceso y sugería –reconozco que de manera temeraria– que en la presentación de tapa y el titulado interior se había superado el límite de lo aceptable y se calificaba tal criterio de edición como un clickbait (cebo de clicks), utilizado en redes sociales como gancho para atrapar lectores, y que en un medio como PERFIL puede ser considerado engañoso. Los resultados están a la vista: Guzmán será desde la semana que se inicia el nuevo ministro de Economía y responsable de las gestiones que se harán ante los acreedores (el FMI, en particular) para renegociar la deuda externa. Es, casi con exactitud, el destino que la nota de Valli sugería en el mes de julio (ver su texto completo en https://bit.ly/2PumcCm).
Dicho esto, quiero sin embargo volver a puntualizar los riesgos que se corren al dar por cierto lo que informan fuentes no identificadas con claridad en un artículo periodístico. Por cierto, la existencia y efectividad del off the record es reconocida como parte del buen ejercicio de esta profesión, pero lo que en esencia pretendía este ombudsman (y sigue pretendiendo) es advertir a quienes son responsables de transmitir información (los integrantes de la redacción de PERFIL) que el límite entre la certeza y la presunción es muy delgado cuando un texto carece de fuentes con nombre y apellido. Aun aceptando que la autora del artículo en cuestión siguió todos los pasos que indica el buen oficio, sostengo lo dicho en mi columna consecuente (https://bit.ly/2sQZbBD), que no está referida solo a la nota de Valli sino al ejercicio del periodismo en general.
Decía entonces, y con esto concluyo: “Cómo administrar información en un medio y transmitirla al público con sujeción a normas éticas y periodísticas alejadas de la mala praxis es una operación delicada, un desafío –no siempre logrado– que lleva a la credibilidad del material expuesto o a la ausencia de ella. Sin embargo, no siempre es así de terminante: hay una delicada, fina, se diría que tenue y peligrosa, línea que muchas veces es preciso trazar para exponer contenidos sin violar principios, valorar la información y defender al mismo tiempo las fuentes cuando estas entregaron al periodista y al medio información off the record”.