Uno de los personajes de la revista Rico Tipo (1944-72) era el “Gordo Villanueva”, un prototipo que se presentaba diciendo “Villanueva, grrrfrrdrssblabla… de la Nación”. Muy popular, el personaje fue encarnado en una película de 1964 por otro “Gordo”, Jorge Porcel. Villanueva no era ladrón, ni coimero, aunque quizá sólo por falta de talento, coraje y oportunidades. Sólo un chanta, esa categoría nacional que define a un personaje irresponsable, mentiroso, furtivo, fabulador, pretencioso, no necesariamente un vago, con un fondo de deshonestidad al que no puede resistirse si se presenta la oportunidad. En todo caso, un desprejuiciado sin códigos ciudadanos. Un ladrón, un coimero, un criminal, no es un chanta, sino alguien con objetivos precisos, conscientemente al margen de la moral y de la ley.
Puede que esta distinción explique la razón por la cual en Argentina tantos dirigentes políticos, sindicales, empresarios, deportivos, etc., pueden mentir, robar, coimear, violar la ley, ostentar su riqueza y no obstante continuar en sus puestos, votados por mayorías o atornillados al sillón por décadas al amparo de leyes que ellos mismos han establecido o que otros como ellos les han legado. El caso de los dirigentes sindicales peronistas es un ejemplo, entre otros.
La explicación sería entonces que el Estado y las corporaciones mafiosas que predominan en la Argentina democrática se apoyan en el “ser nacional”, esa categoría metafísica que nadie explica, pero que quizá se explique por el “chantismo” que define, por lo que se ve, a una mayoría de argentinos y que hizo tan populares a personajes como el “Gordo Villanueva”, “Isidorito”, el “Doctor Merengue”, “Avivato” y tantos otros. Un talento enorme aplicado a describirnos.
¿Cómo, si no, se explica que el peronismo siga vigente, ahora en su versión kirchnerista, luego de haber sido duhaldista, menemista, lópezreguista, evitista y varios “istas” más, cada uno autoritario y con su secuela de estafas, cohechos, ilegalidades, violencia, escandalosas mentiras, apoyos a diversos golpes de Estado e incluso crímenes, a veces masivos? Otro tanto puede decirse de nuestros liberales, al menos desde 1930, ya que antes de eso el país les debe tantos reproches como reconocimiento, igual que en cualquier otro país occidental.
Estas desencantadas, dolorosas, reflexiones vienen a cuento esta semana, luego de escuchar y ver a nuestra inefable Presidenta afirmando en la FAO que la pobreza en Argentina es inferior al 5%; al inclasificable Aníbal Fernández asegurando que entre nosotros es inferior a la de Alemania; la voltereta de uno de los kirchneristas que había encarpetado con su voto un informe lapidario de la Auditoría Nacional sobre la AFA, motivada por el escándalo en la FIFA y el pase a la clandestinidad de tres miembros argentinos; a Sergio Massa ratificando “seré presidente” y luego, ante los periodistas Marcelo Bonelli y Edgardo Alfano, asegurando que sigue en carrera porque su hijo de 12 años le dejó una nota sobre la almohada, alentándolo.
Sobre las declaraciones de los dos Fernández y el asunto AFA, Fútbol para Todos y aindamais, sólo puede decirse que son desvergonzadas mentiras. De la decisión de Massa y sus dichos posteriores, que son puro bla bla. Es notorio que a Massa lo abandonan, cuando no, los peronistas que antes se le arrimaron y ahora no le ven chances. De allí su decisión actual de “apoyarse en la gente para cambiar al país”. Habló de sus “equipos de trabajo”, pero salvo alguna precisión sobre cambios en la Justicia para combatir la corrupción, puras vaguedades. La palabra “programa” no se pronunció en toda la noche, ni por su boca ni por la de sus interlocutores. Lo que sí había hecho de concreto, poco antes, fue convocar a una conferencia de prensa y luego negarse a responder preguntas, en el mejor estilo presidencial. Los periodistas, en lugar de dejarlo plantado, se quedaron.
Así vamos, casi todo el tiempo y en casi todo lo demás.
*Periodista y escritor.