COLUMNISTAS

Minutos robados

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Con esto del Mundial vi treinta y seis partidos en doce días y escribí sobre cada uno en mi blog, lo que me dejó muy poco tiempo para cualquier otra cosa. El consuelo que se me ocurre es que esto sucede sólo cada cuatro años y en el intervalo entre dos mundiales puedo leer y mirar películas. Pero como tenía que escribir esta columna, en momentos robados al televisor y al cansancio alcancé a ver una película y a leer una novela. Bueno, la novela no la terminé, pero igual voy a hablar de ella.

Se trata de Arrastrado por el viento, de Janwillem van de Wetering, un holandés que nació en 1931, murió en 2008 en Estados Unidos y dedicó buena parte de su vida al estudio del budismo zen. Pero, como suele suceder desde Conan Doyle, se lo recuerda menos por su obra seria que por las historias protagonizadas por los detectives Grijpstra y De Gier de la policía municipal de Amsterdam. Arrastrado por el viento es la segunda de esa serie, se publicó por primera vez en 1976 y transcurre en una ciudad y una época donde el asesinato es una eventualidad rara. Sin embargo, aquí muere de una puñalada en la espalda una prostituta de lujo que vive en una casa-barco. Los principales sospechosos del crimen son un diplomático belga, un coronel americano y un banquero holandés.

Las putas caras y los ricos involucrados con ellas son curiosamente el tema de Welcome to New York, la película de Abel Ferrara que fue la secreta sensación del último festival de Cannes. Digo secreta porque el festival no aceptó programarla, pero cuando se dio para cien elegidos en un cine de la rue d’Antibes cientos de periodistas esperaban a la salida para entrevistar a quienes habían visto “la película sobre Strauss-Kahn”. Aunque el personaje se llama Deveraux y los productores aseguran que se trata de una pura ficción, está claro que la historia es muy parecida a la de Dominique Strauss-Kahn, el político francés que en 2011 debió renunciar a la dirección del FMI y a la candidatura presidencial tras ser acusado de violar a la mucama en un hotel de Nueva York. Ferrara es uno de los pocos genios vivientes del cine, y su especialidad son los personajes poderosos entregados al exceso. Gérard Depardieu hace de Deveraux y la primera escena de la película es una (falsa) entrevista al actor en la que declara que decidió interpretar al personaje porque lo detesta, igual que al resto de los políticos. En algunas de las escenas siguientes, Deveraux participa de una orgía. Cuando termina, las prostitutas son reemplazadas por otras; cuando éstas se van, el tipo se abalanza sobre la mucama. Sin embargo, ese monstruo gordo y descontrolado tiene un corazón, o algo parecido, y su enemigo Depardieu extrae de él una veta inesperada, una fiebre dostoievskiana ligada al poder y la riqueza en un mundo sin dios y sin remedio, pero rodeado por las mejores imágenes de la ciudad jamás filmadas.

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Y eso nos devuelve al mundo más ingenuo de Van de Wetering, donde la transgresión era más discreta y transcurría lejos de los periodistas. El encanto de la novela reside en cierto toque zen de los policías, en su relación con el arte y las plantas, en la misma belleza que Ferrara descubre en la ciudad del pecado y el dinero. Y ahora, si me permiten, los dejo porque empieza Uruguay-Italia.