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PARADOJAS ARGENTINAS

Modas que me incomodan

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Novedades. Los jeans rotos o deshilachados a propósito y los “borcegos”. | cedoc

Si hay una adicción que asumo (y que “la peste” me prohibió durante largo tiempo) es la de sentarme en un bar, al lado de una ventana, tomar un café y mirar a la gente pasar.

Practico a diario este voyeurismo y, entre las muchas cosas que observo, es cómo van vestidos los transeúntes.

Hace mucho que hay una suerte de uniforme “unisex” en todo el mundo: los jeans y las zapatillas. Los zapatos prácticamente desaparecieron y el vaquero reemplazó cualquier otro tipo de ropa.

Pero a esto se le sumaron novedades: los jeans rotos o deshilachados a propósito y los “borcegos”.  

Me cuesta aceptar que en un país como este, con casi 50% de pobreza y un altísimo porcentaje de desocupación, se pague mucho más caro un pantalón roto adrede que uno entero .Dicen que tenemos prácticamente 20 millones de pobres, de los cuales unos 5 millones viven en la indigencia (no cubren sus necesidades alimentarias). En esta crisis, donde para tantos falta lo básico, este linyera look me resulta algo directamente obsceno.

Los botines tipo borceguí, que chicas y chicos calzan incluso ahora en verano, provienen de los soldados alemanes de la Segunda Guerra Mundial. Se convirtieron luego en el calzado ideal para  trabajadores y hoy resulta canchero y hasta sofisticado verlo en personas que de obreros no tienen nada. ¿Qué pasa? ¿Seremos soldados de alguna guerra oculta? ¿Nos uniformamos con ropa tosca y resistente como si fuésemos operarios al servicio de algo que nos manipula sin que nos demos cuenta?  ¿Qué hay detrás de este aspecto seudoproletario? ¿Será el espejo de un futuro plagado de robots y androides asexuados que ya existen?

Por una parte, entonces, la uniformidad. Por la otra, y para llamar la atención, piercings y tatuajes. Estos últimos eran antaño algo propio de marineros y presidiarios (inspirados en ritos tribales). La paradoja es que esta supuesta diferenciación finalmente unifica e iguala. En la Argentina hay una masificación evidente de su uso. Los costos de los  tatuajes artísticos, que cubren brazos, piernas , espaldas o todo el  cuerpo, son altísimos. En 2020, un tatuaje podía salir entre 1.500 y 50 mil pesos. Ahora, mucho más. ¡Cuánta gente humilde, de todas las edades, exhibe hoy sus tatuajes!

Aprendí que la moda no es pura frivolidad al leer el libro de memorias del famoso modisto hispano-francés Paco Rabanne.

Por él supe que la moda nunca es inocente, y que detrás de la vestimenta se ocultan profundas realidades sociales. Que sus  supuestos caprichos nunca son caprichosos.

Hay un gráfico de Rabanne donde enumera implicancias de la moda femenina: los aros gigantes hablarían de una búsqueda de estabilidad, los hombros cuadrados, signo de guerra; los vestidos rectos: libertad sexual, el vestido largo: dificultades económicas, etc. Ya en  1992 decía: “Cuanto mayores son los problemas, más lejos irá la provocación. El punto extremo es la moda punk. Para los punks no hay futuro, no hay supervivencia, de modo que escupen la época con sus vestimentas informes, sus cabellos verdes, rojos o anaranjados y sus imperdibles, que no se ponen en la ropa sino en la carne, como para mortificarla”.

Me parece que todo esto sigue vigente. Detrás de estas nuevas modas, en medio del imparable covid, ¿no subyacerán una carencia de ideales, de utopías, un vacío interior y una baja autoestima? Esto nos llevaría a una cosificación global (tan combatida por Zygmunt Bauman) y a una búsqueda de identidad y reconocimiento por el otro.

Percibo una suerte de desesperación por inventarse una apariencia diferenciada, distintiva, en un mundo que sigue regido por la imagen.

¿Será porque, para muchos, aún “ser y parecer” son la misma cosa?

Nota. Acabo de leer en un diario que en China  están censurados, entre otros, los tatuajes (por no representar valores socialistas). Los jugadores de fútbol se los vendrían tapando con vendas y parches.

*Escritora y columnista. Autora de Y seremos como dioses.