“¿A quién alquilarme?
¿Qué bestia hay que adorar?
¿Qué santa imagen atacamos?
¿Qué corazones romperé?
¿Qué mentira debo sostener?
¿Entre qué sangre caminar?”
Arthur Rimbaud (1854-1891); de “La mala sangre” en “Una temporada en el infierno” (1873).
Imagino la última charla, idéntica a las otras. Sonrisas, palmaditas en el hombro antes de fin de año, en la casa de Maradona en Dubai.
—Diego, eres el más grande. Será un honor que trabajemos juntos, que me apoyes con informes, me des tu opinión sobre el video ref para jugadas polémicas. Mejoremos el fútbol, ¿sí?
—Lo que mande, maestro. Pero mire que la cosa en Argentina está cada vez peor, ¿eh?
—Lo sabemos y nos preocupa, tú lo sabes. Pero la solución llegará rápido, ya lo verás. Ten fe.
Abrazos, promesas, otro encuentro para este mes. Ni el mínimo recuerdo para el exabrupto de Maradona en marzo del año pasado cuando llamó al simpático calvo “el más traidor de los traidores”. Todo amabilidad y respeto. Luego, en Buenos Aires, Maradona charló con Chiqui Tapia, horas después del histórico puenteo contra la FIFA. “Diego nos apoya”, dijo el Superyerno. Ahh… ¡Viva la Armada Brancaleone!
Ese es, más o menos, el nivel de preocupación que tiene la FIFA sobre el nudo gordiano del fútbol nativo. Nombró una comisión a gusto y piacere del Gobierno y ciao. Arréglense. Quizá las cosas cambien un poco después de la mojada de oreja que el aluvión zoológico –como llama cierto funcionario que no puede con su genio– concretó en el edificio de Viamonte.
Autoconvocados en asamblea, cincuenta clubes del Ascenso y varios de Primera –el quórum se alcanzaba aun con 48– decidieron llamar a elecciones a presidente de AFA el 15 de febrero a las 17 en el predio de Ezeiza. Los candidatos deberán conseguir siete avales antes de fin de mes y presentarse. ¿Quiénes se anotan? El que tiene el camión del comisario, Chiqui Tapia, y Daniel Ferreiro, de Nueva Chicago, con alto perfil durante todo el conflicto, por el Ascenso. En el interior quieren a Pablo Toviggino. Si la fecha se confirma –no es tan fácil, ya veremos por qué–, los grandes tendrán su candidato y el Gobierno, otro, quizá dentro de ese mismo grupo.
¿Por qué los mismos dirigentes que habían recurrido al juzgado de María Servini de Cubría para que avalara el recurso presentado por Argentino de Quilmes y refrendado por otros treinta clubes para llamar a asamblea ahora se mandaron solos? La respuesta es simple: “Porque antes no teníamos los votos y ahora sí”. Votos. Esa es la clave.
La FIFA armó, a medida del Gobierno, una comisión de cuatro prestigiosos integrantes que hoy están perdidos como turco en la neblina. Armando Pérez recuperándose de un problema grave de salud; Carolina Cristinziano –“la verdad, yo toco de oído”, confesó, bella, simpática y lejana– en Asunción, atendiendo sus cosas, y Pablo Toviggino, el tesorero, presidente del Consejo Federal que apoya las elecciones y denunció a los otros tres integrantes del cuerpo ante Servini y el Tribunal de Disciplina. Lindo grupete.
Falta uno, que hoy es solista. Javier Medín, fiel soldado de Defensores de Macri, abogado estrella del grupo Socma, amigo del dekonstruktor de Fútbol para Todos, Fernando Marín. Un cuadro. Y así quedó, colgado, inmóvil, cuando se entrevistó con el secretario de Gobierno Fernando de Andreis con el enésimo reclamo de los clubes. Recibió una respuesta clara como el agua clara: “No hay plata”.
Chiqui Tapia, con la tranquilidad de un maestro zen, lacónico, admitió, luego del audaz llamado a elecciones puenteando a todos: “Sí, es probable que la FIFA nos desafilie, ojalá que no”. Epa. Siempre supo que en Zurich iba a caer mal un llamado a elecciones motu proprio. Ahora se verá. ¿Qué puede hacer la multinacional del pelado que le dice a todo que sí a Maradona? Varias cosas.
Una, burocrática. Mandar una carta desconociendo ese llamado a elecciones y ratificar lo que queda de la Comisión Deshilachadora. Otra, apocalíptica. Que –como contó Maradona que le dijo Gianni, “harto y antes que los huevos me exploten”– nos desafilie de la competencia internacional –me imagino la reacción de los sponsors de Messi & satélites, furiosos pateando las puertas del edificio de Zurich– o que negocie, que es lo más probable. Aceptan las elecciones pero con un estatuto nuevo que permita que los grandes negocien libremente sus derechos. Si no, la interna será brava.
Danyel Angel Easy, hace unos meses, entusiasmado con su Superliga, soltó: “… y si tiene que haber diez descensos, que los haya”. Hoy sigue duro: “A la asamblea del 15 de febrero no voy a ir. Sólo nosotros negociamos nuestros derechos. Sin el consenso de los clubes grandes, nadie puede conducir la AFA”. Víctor Blanco, el hombre que ríe, fue un poco más allá y advirtió: “Ninguno de nosotros se va a sentar con un presidente del Ascenso. Ellos nos van a manejar los intereses de los clubes de Primera”.
Mientras todo parece complicarse hasta convertirse en un dilema sin solución, uno, modestamente, puede asegurar que sí, que habrá fútbol, más temprano que tarde. ¿Alguien imagina un país como éste, con semejante tensión social, con sus barras sueltos por ahí, sin el opio del fútbol? Complicado.
El tema será que los clubes grandes tengan su parte de la torta, que el brutal apriete del Gobierno jibarice a los clubes no rentables televisivamente y que FOX y Turner firmen lo que ya arreglaron hace meses con el Gobierno. Y… ¡alegría y taka taka!
Habrá que resignarse a la desaparición de aquel fútbol que provocó el encanto y la fascinación de las masas en el siglo XX, con los clubes arruinados, quebrados. Lo que viene son estos shows con luces, pantallas, papelitos de colores, fuegos artificiales, publicidades y gigantografías. No hay marcha atrás.
En fin. Hay cosas más graves. Sobre todo para los que quedarán afuera. Lejos del lugar hacia donde apuntan las brillantes luces de los focos láser.