El mundo global, democrático, políticamente correcto de Obama, con el que Macri imaginó su gobierno, no existe más. Los líderes políticamente incorrectos se imponen cada vez en más países. Trump, contra los medios de comunicación e intelectuales, recupera la economía norteamericana y Bolsonaro, virtual presidente de Brasil, quizás hasta pueda ser electo en primera vuelta sin ballottage a partir de cómo evoluciona el sentimiento popular tras el atentado que sufrió. Al igual que Trump, Bolsonaro es denostado por la mayoría de los medios de Brasil y sus intelectuales, pero su economía satisface a los sectores corporativos porque la delega en el banquero Paulo Guedes (Banco Pactual y Bozano Investment), quien promete privatizar todas las empresas públicas y bajar los impuestos. Al igual que Trump, piensa que “durante treinta años hemos aumentado los impuestos, es hora de bajarlos”. Bolsonaro sigue la tradición brasileña, en la que el liberalismo más ortodoxo –a lo Macri– no es bien visto. Lo mismo que Trump, es una derecha antiliberal en lo político.
Para entender este mundo nuevo que puso patas para arriba la economía de Argentina de los últimos meses, donde, en palabras de Macri, “pasaron cosas”, PERFIL publicó el domingo previo al anterior un reportaje al creador de la Tercera Vía y modernizador del Partido Laborista inglés, Tony Blair, cuyos consejos iban dirigidos al peronismo federal y a la construcción de un “nuevo peronismo”, parafraseando al New Labor inglés de Blair. Y publica hoy un extenso reportaje al filósofo Slavoj Zizek, uno de los intelectuales posmarxistas más activos del mundo, mentor de Occupy Wall Street, donde fue uno de sus principales oradores y el más festejado.
Sí, "pasaron cosas" pero no alcanza con describirlas, hay que comprender las causas que las producen
El reportaje se realizó en su casa de Liubliana, la capital de Eslovenia (Slovenija), país del cual Zizek fue candidato a vicepresidente cuando recién se organizaba institucionalmente, al comienzo de la Guerra de los Balcanes y el desmembramiento de la ex Yugoslavia tras el colapso de la Unión Soviética.
Zizek es director del Instituto de Humanidades de la Universidad de Londres, desarrolló su formación en filosofía y psicología en la Universidad de París y fue profesor en varias de las principales universidades de Estados Unidos. Es un escritor insaciable: solo en español, hay publicados cincuenta de sus libros y casi el doble en inglés.
Zizek reflexiona largamente sobre el fenómeno de Trump, el fin del matrimonio capitalismo-democracia y su pareja con regímenes autoritarios, la globalización de la economía pero la nacionalización de la política, la obsolescencia de quienes representan lo políticamente correcto, desde Obama hasta Merkel, la impotencia de la izquierda para proponer nuevos caminos, cómo la respuesta al liberalismo democrático en el siglo XX fue de izquierda: el comunismo, y la del siglo XXI, de derecha: el nacionalismo y la necesidad de encontrar una tercera vía.
Compara los comienzos del siglo pasado, contexto en el que se desató la Primera Guerra Mundial cuando la potencia dominante de entonces, Inglaterra, estaba perdiendo el monopolio económico y militar mientras le aparecían varios desafiantes, con el actual, en el que esa situación la atraviesa Estados Unidos. Encuentra el mismo paralelismo hoy con la emergencia de los monopolios tecnológicos como Google, Facebook y Amazon con los monopolios también previos a la Primera Guerra Mundial, como los del acero de la familia Carnegie, del ferrocarril de los Vanderbilt, del petróleo de la familia Rockefeller, entre otros, a los que la ley antitrust en Estados Unidos puso límite, dando el primer paso hacia la redistribución de la renta y la creación de un Estado de bienestar que décadas después hizo que el capitalismo derrotara al comunismo. Mientras que, desde la extinción de la amenaza del comunismo, el capitalismo volvió a aumentar la injusticia social, creando indignación en muchos países, que votan candidatos antisistema.
Ya en 2015, el filósofo español Daniel Innerarity escribió el libro La política en tiempos de indignación, anticipando el triunfo de Trump en Estados Unidos y la insignificación de la socialdemocracia en Europa. ¿Y en Argentina? Hay indignación en la clase media con este ajuste, que se trató de evitar en 2016 pero ahora se hace con el doble costo de la deuda externa acumulada. Si no fuera por el recuerdo inhibidor de 2001, la clase media argentina estaría saliendo indignada a la calle y sería el catalizador de una crisis institucional que hoy está contenida por la experiencia traumática de 2002 y el asistencialismo a la clase baja.
Frente a su indignación con la pérdida de calidad de vida, la clase media argentina autocensura la expresión de su bronca como si estuviera siguiendo los consejos del discurso de Slavoj Zizek en Occupy Wall Street, cuando les dijo a los manifestantes: “No se enamoren de ustedes mismos. Lo estamos pasando bien en esta protesta, pero recuerden: los carnavales son baratos, lo que importa es el día siguiente. Cuando volvamos a nuestra vida normal, ¿habrá cambios entonces? No quiero que alguna vez recuerden estos días como, ‘oh, éramos jóvenes y fue muy bonito’. Tengan en cuenta cuál es nuestro mensaje fundamental: que tenemos derecho a pensar alternativas. La regla se ha roto. No vivimos en el mejor de los mundos posibles, pero hay un largo camino por delante. Nos enfrentamos a cuestiones ciertamente difíciles. Sabemos lo que no queremos, pero, ¿sabemos lo que queremos? ¿Qué organización social puede reemplazar al capitalismo? ¿Qué nuevo tipo de líderes queremos?”.
Ese es el salvoconducto de Macri: la sociedad argentina sabe lo que no quiere pero no encontró aún lo que quiere. El “nuevo peronismo” tiene la oportunidad de construir su alternativa y el propio Cambiemos, de recalcular el mundo que imaginó. Si creyera que la ayuda de Trump y los Estados Unidos es para que Macri sea reelecto, se equivoca. A Estados Unidos y a Trump les interesa que Argentina no vuelva al populismo pero no les desagradaría una alternancia con el peronismo racional. Y Macri debe tener en cuenta que el triunfo de Bolsonaro en Brasil será bueno en función de romper el eje Lula-Cristina, pero Bolsonaro no piensa en el Mercosur ni en los hermanos latinoamericanos de la patria grande, como los políticos tradicionales.