“Detrás del descuido de Roberto Arlt, yo siento una especie de fuerza. De fuerza desagradable, desde luego, pero de fuerza. El juguete rabioso es superior a todo lo que escribió Arlt.”
Jorge Luis Borges
“Los peronistas no son ni malos ni buenos, son simplemente incorregibles.”
Jorge Luis Borges
Ya que la semana pasada, en este mismo espacio, cometimos el despropósito de confundir a Doña Cristina con la Maga de Julio Cortázar en Rayuela, esta vez nos atreveremos al sacrilegio de asociar a Don Néstor con el Silvio Astier de Roberto Arlt en El juguete rabioso.
¿Qué tendrá que ver nuestro Primer Cónyuge con aquel adolescente dueño de esa violencia latente, íntima, incontenible que, obsesionado por inventar un contador de estrellas para evadirse de la realidad, terminó traicionando a medio mundo para huir del lumpenaje?
Nada, por supuesto. Salvo esa violencia discursiva bastante adolescente con que el Pingüino Mayor suele reinventarse a sí mismo todo el tiempo como un nuevo Perón, capaz de darle la espalda a Duhalde, a Solá o a quien le convenga, para ganar la próxima elección o zafar de la crisis.
Kirchner es un emergente de la hecatombe de 2001 como el pobre de Silvio Astier lo fue de la Década Infame. Tanto uno como el otro pelean con todo lo que tienen para subir. O para no caer, que a veces es lo mismo, pero en diferentes circunstancias.
Kirchner está obsesionado con su propio contador de estrellas, aunque, hasta ahora, entre una campaña electoral y otra sólo ha podido registrar el brillo de dos: la suya y la de su esposa. No confía en casi nadie, como el inolvidable personaje de Arlt. Apenas en siete u ocho locos, digamos, sólo para continuar el hilo de la evocación arltiana. A veces, parece tan soñador y autodestructivo como Astier. Que no era ni bueno ni malo. Que podía ser entrañable y peligroso a la vez. O simpáticamente corrosivo.
Ahora, Don Néstor amenaza con volver a ser candidato. La idea, más que un genuino clamor –ya que la movida propagandística Kirchner 2009 fue diseñada en su propia alcoba de Olivos– denota una preocupante carencia de recursos e ideas innovadoras.
Si, en definitiva, el año que viene nos viéramos ante la opción de votar listas encabezadas por un Kirchner como en 2003, 2005 y 2007, deberíamos pensar muy en serio que el kirchnerismo se parece mucho menos a una estrategia colectiva, que a una obsesión familiar. Si, en cinco años de gestión presidencial, los K no lograron tener mejores candidatos que ellos mismos, deberían ponerse a pensar a fondo en qué fallaron.
Hace medio siglo bastaba con que el Perón de veras señalara a cualquier “compañero” para que la inmensa mayoría se dispusiera a votarlo en masa. Hasta Carlos Menem logró que uno de sus riojanos preferidos, Erman González, saliera primero en las parlamentarias del 24 de mayo del ’93 nada menos que en la Capital Federal, distrito “gorila” si los hay.
Hasta hoy, una sola encuestadora midió la intención de voto a Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Con todo el margen de error que puedan imprimirles la lejanía de la fecha y alguna previsible intencionalidad política, esos números son alarmantes: Kirch-ner sacaría apenas un 24,6%, Margarita Stolbizer 19,7 y Francisco De Narváez 18,9%. Es decir que, entre carrioístas y duhaldistas, obtendrían 14% más de votos que el Frente para la Victoria encabezado por su máximo caudillo nacional. Y eso sin contar que aparezca algún candidato bendecido por el neo-opositor Julio Cobos ni que Felipe Solá tome una decisión audaz una vez en su vida.
Es cierto: el FpV no pareciera estar a punto de correr la misma suerte que el Club de los Caballeros de la Medianoche, desmembrado tras un robo demasiado inoportuno. Pero los Kirchner se han demostrado expertos en mostrar como éxitos las victorias, los empates y hasta los fracasos. Tampoco hay que dejar de concederles que cuando juegan, juegan fuerte. Juguetes rabiosos.
“Para vender hay que empaparse de una sutilidad mercurial, escoger las palabras y cuidar los conceptos, adular con circunspección, conversando lo que no se piensa ni se cree.”
Firmado: Silvio Astier.