Ni Evo Morales es Salvador Allende ni el Grupo de Puebla la Tricontinental. Los trágicos acontecimientos de la década del 70 exacerbados por el enfrentamiento de los Estados Unidos con la Unión Soviética y Cuba se repiten esta vez como melodramas. Evo Morales participó en la insurrección conocida como “octubre negro” para exigir la renuncia de Sánchez de Lozada en 2003 y la de Carlos Mesa en 2005 para forzar el llamado a elecciones. En diciembre de ese año se impuso con el 54% de los votos. Morales legalizó su reelección en 2009 y 2014 por una interpretación de la Corte Suprema en 2013; el Tribunal Constitucional en 2018 habilitó su candidatura para un cuarto mandato a pesar del resultado negativo del referéndum en 2016.
Salvador Allende asumió el gobierno con el 37% de los votos. La resistencia a los cambios y la injerencia de los Estados Unidos provocaron la intervención de las Fuerzas Armadas. El presidente Allende tomó la decisión de defender su investidura convirtiéndose con su suicidio en un símbolo de la demo-cracia. Evo Morales renunció para ayudar a la pacificación al igual que toda la línea sucesoria constitucional, abordó el avión presidencial custodiado por las Fuerzas Armadas con rumbo a Chimoré en la región cocalera del Chaparre, subió fotos a las redes sociales mosrando la precariedad de su alojamiento y aceptó el ofrecimiento de asilo de México gestionado por el presidente electo Alberto Fernández. El avión de la fuerza aérea mexicana para recoger a Evo Morales arribó a Chimoré a las 21.15 y partió a las 23 horas con tiempo para otra serie de fotos. La llegada a México permitió adaptar el discurso con declaraciones y conferencias de prensa donde insta a la resistencia, manifiesta su deseo de volver, rechaza la designación de nuevas autoridades y acusa a los Estados Unidos de estar detrás de los eventos que condujeron a su renuncia. También enfatiza que sigue en funciones porque no se cumplieron los trámites formales de aceptación.
La Tricontinental fue una organización convocada en La Habana pergeñada por Fidel Castro con represen-tantes de América Latina, Africa y Asia para fomentar la lucha armada. En esas reuniones se forjó la famosa frase “dos, tres, muchos Vietnam” como estrategia para derrotar al imperialismo. El Grupo de Puebla es una iniciativa para reunir a pensadores con una visión progresista de los problemas de América Latina. Asia y Africa sintonizan otro dial. Quizás muchos rememoren con nostalgia los años setenta no tanto por la visión heroica sino porque las nieves del tiempo blanquearon su sien. La Declaración de 15 puntos dice en su numeral 5: “Repudiamos todo hecho de violencia física... e instamos al compromiso público de respetar los mandatos de todas las autoridades legalmente constituidas”. Este párrafo que podría interpretarse de carácter general solo está referido a Bolivia porque cuando incluye a Chile expresa “ratificamos el respaldo legítimo al reclamo del pueblo a protestar” incluyendo el rechazo a la violenta represión. Hay pueblos y no-pueblos y gobiernos y no-gobiernos. Nada sobre Ecuador. El respeto a los mandatos y el rechazo a la violencia parecieran bien solo en algunos casos. El Grupo de Puebla confirma la enfermedad de la izquierda de relativizar los valores dependiendo de la proximidad ideológica. Esta posición extendida a la democracia y derechos humanos la llevó a aceptar y justificar crímenes con la excusa de representar a los humildes. Este lenguaje explica por qué no se condena la perpetuidad y la falta de respeto a la división de poderes. ¡Ni Del Caño podía hacerlo mejor!
El lado positivo de la Declaración es que propone la creación del Centro Marcos Aurelio García para reflexionar y elaborar propuestas. La fórmula de “dos, tres, muchos Vietnam” fue reemplazada por un instituto de estudios que complementaría los tantos existentes en el continente. Es bueno que los líderes de este emprendimiento rescaten la necesidad del estudio y la investigación; el filósofo Marcos Enriquez Ominami con sus conocimientos académicos podría realzar el nivel de los trabajos.
El Grupo de Puebla ha encumbrado a Alberto Fernández como líder del progresismo latinoamericano, una carga impensable para quien lo conociera un tiempo atrás. Es de esperar que esta delicada tarea no lo inhiba de encontrar soluciones para la situación nacional.
*Diplomático.