COLUMNISTAS
el peligro del desequilibrio fiscal

No aprendemos las lecciones

Somos un país que no incorpora las lecciones de su propia historia. En materia económica, esto se traduce en una prolongada y por momentos inexplicable declinación relativa y en la repetición de episodios críticos que, aún en circunstancias diferentes, guardan sorprendente similitud.

default
default | Cedoc

Somos un país que no incorpora las lecciones de su propia historia. En materia económica, esto se traduce en una prolongada y por momentos inexplicable declinación relativa y en la repetición de episodios críticos que, aún en circunstancias diferentes, guardan sorprendente similitud.
A mediados de 1985, el gobierno del Dr. Alfonsín impulsó un inteligente programa económico –el Plan Austral– que produjo una estabilización muy rápida de la economía y una recuperación de la capacidad de crecimiento. Con el tiempo, las circunstancias originales fueron cambiando y se comenzaron a instrumentar distintas enmiendas, sin que con ello se consiguiera retomar el rumbo original. Cada cambio producía menos resultados y al final, como todos sabemos, se produjo un estallido hiperinflacionario y el presidente renunció anticipadamente.
Después de varios fracasos en dominar la situación, a comienzos de 1991 el gobierno del Dr. Menem puso en marcha el Plan de Convertibilidad. Cualquiera sea la opinión que se tenga sobre esa orientación de política económica, durante varios años produjo crecimiento sin inflación, aunque generó un deterioro del aparato productivo y de la situación social. Pero con el transcurso del tiempo, también este programa se fue resquebrajando y volvió la política de los “parches”. Esta vez fue más exitosa, porque al menos le permitió al presidente terminar su mandato.

El gobierno del Dr. De la Rúa se convirtió inexplicablemente en custodio de la resquebrajada convertibilidad y convocó a su creador para ayudar a sostenerla. Los “parches” se tornaron infinitos y en 2001 todo estalló por los aires. Incluso el propio presidente.
Hoy existe consenso en que si se hubiera salido de la convertibilidad alrededor de 1996, el proceso hubiera sido mucho menos traumático y nos hubiéramos podido ahorrar la fenomenal crisis y varias de las medidas extremas que luego hubo que adoptar, frente a la carencia de otros instrumentos. No es necesario que le recuerde al lector que el suscripto fue parte del equipo que impulsó esas medidas, pero por las dudas lo hago.
¿Cuáles son las lecciones? Es simple, hay que evitar que se acumulen tensiones que luego concluyan en estallidos. ¿Por qué no ocurre? Porque eso tiene un costo político y los sucesivos gobiernos “estiran” el uso de los instrumentos hasta que ocurre lo inevitable. Tiene cierta lógica. Menos explicable es que la sociedad y el conjunto de la dirigencia política –con honrosas excepciones– no impidan que eso ocurra.
Hoy, en realidad por lo menos desde el 2007, estamos en uno de esos momentos en que “parche tras parche” nos encaminamos hacia un desequilibrio grave. Pero estamos a tiempo de evitar que el final anunciado tenga lugar.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

La creación del Fondo del Bicentenario, afectando el uso de reservas al pago de la deuda externa, puede llegar a inscribirse en la historia como uno de esos momentos que jalonaron el camino hacia una crisis o como un punto de inflexión hacia la adopción valiente de cambios en la gestión de los recursos públicos.
En concreto, en situaciones extraordinarias a veces es necesario adoptar medidas excepcionales, como podría ser la utilización de las reservas para fines diferentes de su función habitual. No es ésa la cuestión.
La situación es que –una vez más– la Argentina ha entrado en el peligroso camino del desequilibrio fiscal, tanto nacional como provincial y es necesario tener un programa de por los menos dos años de horizonte para evitar que esto se profundice y el próximo gobierno tenga la triste misión que tuvo Eduardo Duhalde en 2002.
En otros términos, la solución hay que pensarla dentro de la institucionalidad por la cual cotidianamente nos rasgamos las vestiduras. Lo que se necesita es que el Poder Ejecutivo Nacional eleve al Congreso una ley correctiva del Presupuesto, donde incluya, si es el caso, su propuesta de utilización de las reservas y todas las demás medidas que habría que adoptar para restablecer el equilibrio.
Si usted, estimado lector, está de acuerdo con esto, dígaselo a su diputado o senador. Es su oportunidad.

*Economista. Ex viceministro de Economía.