De nada vale lo que ocurrió realmente con Fabián Gutiérrez en Santa Cruz. Salvo a su familia y a la gente que lo quería, al resto parece que solo le interesará colocar su final en alguno de los extremos por donde pasa desde hace mucho tiempo la lupa a través de la que vemos lo que sucede. Apenas para corroborar las creencias, los prejuicios.
Su condición de ex secretario privado de los Kirchner y uno de los tantísimos “arrepentidos” en la causa de los cuadernos de las coimas alimenta este morbo, tanto entre quienes se van a aferrar ciegamente a la idea del crimen pasional como a la del convencimiento de un asesinato mafioso.
Repito: no importa la búsqueda de la verdad. No importa la autopsia. No importa cualquier confesión que pueda surgir de la autoría del homicidio. No importa nada de eso. La feroz militancia mental abrazará que el kirchnerismo se tomó venganza o que el antikirchnerismo es capaz de instalar mentiras aberrantes para hacer daño.
No soy ingenuo. Este caldo de cultivo se viene cocinando a distintos niveles de fuego hace lustros. Las muertes no han escapado a ese menú, todo lo contrario. Se las sumó como parte esencial: de los atentados a la embajada de Israel y la AMIA hasta la tragedia de Once.
El caso espejo que se instala ahora mismo respecto a Gutiérrez es el de Alberto Nisman. No importa si el fiscal se suicidó o lo mataron, importa lo que cada fan de la causa K o anti K piensa. Claro, tampoco contribuye que media biblioteca pericial hable de suicidio y la otra media establezca que fue un magnicidio.
Es que justamente para que ese caldo espeso de la sospecha y de la desconfianza parezca el único plato posible de nuestra realidad ha tenido y tiene un ingrediente clave. Una Justicia tan venal como la política.
Muchos jueces y fiscales de lugares sensibles se suman a esta lógica binaria infantil. O van hacia donde va el viento. O hacen negocios. Con protección a cambio de favores. Cuánto va a valer –en credibilidad– lo que diga la fiscal del crimen de Gutiérrez al ser la sobrina de la actual vicepresidenta e hija de la gobernadora Alicia Kirchner. Nada ayuda.
La Justicia, como la política, utiliza herramientas que, en vez de aclarar, oscurecen. Ahí tenemos variados elementos de las fuerzas de seguridad o de los servicios de inteligencia, como muestrario irrebatible del grado de putrefacción en el que estamos inmersos. No debo, ni quiero, dejar afuera el rol de ciertos medios y comunicadores, que agitan esta locura de la que resulta muy difícil salir. Semejante veneno tampoco luce que importe demasiado. n