Todos aquellos que participan del debate público intentan construir marcos para analizar la actualidad que refuercen sus puntos de vista, sus intereses, sus interpretaciones del mundo. Esos relatos que encuadran las interpretaciones del presente no son artes oscuras de manipuladores, sino estrategias de comunicación destinadas a conservar el poder de acción o, en todo caso, perder el menos posible.
Cambiemos ha elegido un encuadre al menos curioso para explicar la crisis que atraviesa. Lejos de la revolución de la alegría y de las expectativas de un futuro promisorio -los segundos semestres que nunca llegaron-, esta vez eligieron una estrategia más modesta, menos ambiciosa, más terrenal. En su último discurso, el Presidente Mauricio Macri usó la palabra "crisis" 5 veces. Sin embargo, en 4 de esas ocasiones ese término hacía referencia a las recurrentes crisis que tuvo nuestro país a lo largo de su historia y no a la que actualmente está atravesando. En el discurso de Macri, las crisis eran fenómenos naturales de nuestro país, imprevistos ajenos a la voluntad -y a la acción- del gobierno.
Carlos Melconián pidió la semana pasada que "el Congreso se deje de joder". En una particular visión del rol del Congreso Nacional, el economista cercano a Cambiemos planteaba que los inversores se asustan al ver un país en el que la oposición es fuerte y tiene capacidad de alternancia en el poder; un país en el que la esfera pública es robusta y la sociedad civil activa en sus reclamos. La crisis actual, en el encuadre propuesto por Melconian, tendría más que ver con la democracia argentina que con la gestión económica.
Luis Caputo, presidente del Banco Central, habló en la 39° Convención Anual del Instituto Argentino de Ejecutivo de Finanzas (IAEF) y destacó que "en un país desarrollado, la crisis que vivimos dura un minuto y medio. Pero que en nuestro país, en cambio, es una tormenta porque durante 70 años se hicieron las cosas mal". El marco de interpretación que propone Caputo a la crisis Argentina es común en varios de los argumentos que se leen en las redes sociales del oficialismo, donde se insiste en la crisis actual como resultado de la herencia de 70 años de cosas mal hechas. Un fenómeno externo e histórico que construye un framing - encuadre- en el cual las penurias actuales no tienen nada que ver con la gestión del presente sino con la gestión del pasado.
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George Lakoff habla del "framing" o "encuadre" como "estructuras mentales que dan forma a la forma en que vemos el mundo. Configuran los objetivos que buscamos, los planes que hacemos, la forma en que actuamos y lo que cuenta como un resultado bueno o malo de nuestras acciones". En este sentido, el encuadre de las crisis como un destino de los argentinos -producto de 70 años de cosas mal hechas o de una oposición que asusta a los inversores- implica que la gestión actual no tiene responsabilidad alguna en lo que sucede.
Esta estrategia brinda un muy buen punto de partida para la campaña electoral de 2019. Cambiemos no fue la revolución de la alegría porque tuvo que lidiar con la Argentina. Y la propuesta de Cambiemos es mostrarse como la propuesta política que mejores aptitudes presenta para administrar las crisis que vivimos por la irresponsabilidad de la oposición, el peronismo o la historia de nuestro país. Las crisis no tendrían nada que ver con las decisiones de política económica actual sino con una historia que nos condena producto de las malas gestiones anteriores.
Cada gobierno tiene derecho a defender su legitimidad o administrar su desgaste de la forma que considere conveniente. Hay que destacar algo que puede ser peligroso: en la estrategia desarrollada por Cambiemos hay un planteo que configura ciertos rasgos antidemocráticos. Lo que se activa con el encuadre elegido, si el congreso "jode" o los argentinos votan oposiciones con capacidad de alternancia, es que el problema argentino es la democracia argentina.
Efectivo sobre su núcleo duro, y en aquellos votantes propios pero desencantados, el riesgo de agotamiento de este tipo de encuadres es alto. No hay más líneas de defensa después del arco, y defender contra el arco siempre es peligroso. Si la crisis no se encausa y el oficialismo ya no puede garantizar ni siquiera ser quien mejor calificado está para administrar las crisis recurrentes, no le quedará mucho más por hacer. Lejos quedaron los días en los que la promesa de Cambiemos era la expectativa de un futuro mejor. La esperanza dio paso a una promesa mucho más limitada y menos ambiciosa en el cual la Argentina tendría futuro argentino.
(*) Twitter @lgalup