Contar con estadísticas confiables no solo es importante porque la verdad es un valor que desde chiquitos nos enseñaron que hay que defender, sino porque es una herramienta necesaria para la toma de decisiones. En la gestión pública decidimos cómo utilizar los recursos de todos y cómo generar soluciones a las múltiples necesidades que existen en un país con recursos escasos. Por ello, la mala información no afecta decisiones triviales, afecta la gestión pública, en definitiva, la vida de todos los ciudadanos. El desprecio por la verdad no fue una cuestión de formas, sino de fondo. Todos nos vimos afectados porque quienes gobernaron definieron sin brújula nuestro destino.
El debate y el consenso democrático tienen que estar enfocados en debatir hacia dónde vamos y cómo se va hacia ese norte, no en la metodología para entender dónde estamos. No podemos darnos el lujo de perder el tiempo en decidir si nos guiaremos por las estrellas, la intuición o el capricho.
Lo absurdo de las afirmaciones del estilo de “en Argentina hay menos pobres que en Alemania” dejó de lado el verdadero debate sobre la necesidad de contar con un sistema estadístico confiable. No solo había que recuperar, como se hizo, la rigurosidad del Indec, o de la Dirección de Estadística de la provincia de Buenos Aires, sino que había que fortalecer la gestión pública mediante sistemas de seguimiento y evaluación de la política educativa, sanitaria, en infraestructura, etc., en particular las dirigidas a los que no se quería “estigmatizar”. La falta de estadísticas era solo el eslabón roto más notorio de la cadena de la evaluación de la gestión pública, mientras que los otros eslabones prácticamente no existían en 2015.
Apenas asumido, el gobierno nacional puso su máximo empeño para sacar al país de su apagón estadístico. El Indec recobró su credibilidad y ofrece nuevamente indicadores de acuerdo a las normas y estándares internacionales.
En estos cuatro años los argentinos recuperamos algo básico, pero extremadamente importante. Hoy todas las estadísticas pueden no ser las que quisiéramos para nuestro país, pero nadie las discute, todos conocemos la verdad, nada está oculto. Conocemos verdaderamente dónde estamos, ya no perdemos el tiempo debatiendo metodología estadística. Ahora sí podemos dejar de discutir números para debatir rumbo.
Igual que a nivel nacional, en la provincia de Buenos Aires, hemos encaminado las acciones para recuperar e impulsar la producción estadística oficial, dejando atrás el black-out informativo del período anterior.
Fruto de esta recuperación de las estadísticas provinciales, se puso a disposición del público el Informe Provincial de Pobreza e Indigencia y el Indicador Sintético de las Tasas Básicas del Mercado Laboral, entre otros. También se retomó la publicación de los informes trimestrales de deuda, de ejecución fiscal, de exportaciones y de actividad económica.
Además, se llevó adelante el primer Censo Provincial de Matrícula Educativa, instrumento necesario y básico para conocer la cantidad de alumnos y establecimientos educativos que existen en la Provincia, y sus características.
Sin embargo, como bien señala Walter Sosa Escudero, “los datos per se no dicen nada, a menos que uno tenga las preguntas correctas”. Es más, muchas veces datos sobran, pero hay que saber procesarlos y analizarlos para que mejore la gestión pública. Su utilización, mediante el monitoreo y evaluación de las políticas, nos sirve para conocer las consecuencias de las políticas, reducir efectos colaterales no deseados y mejorar la asignación de recursos.
En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, gracias a la información del Censo Educativo, se pudo saber cuántos alumnos acceden al servicio alimentario, cuántos usan el transporte escolar y el número de alumnos que no poseían DNI. Esto permitió universalizar el servicio de desayuno y merienda en aquellas escuelas iniciales y primarias que aún no contaban con el SAE (Servicios Alimentario Escolar), ampliando la cobertura en más de 100 mil niños (hoy los más de 1.300.000 alumnos de nivel inicial y primario desayunan o meriendan en las escuelas). Al contar con la información de documentación de los alumnos, el censo permitió reforzar los operativos de Garantiza tu Identidad en las escuelas, el programa que otorgó más de 18 mil documentos a niños menores de 12 años que estaban indocumentados. Es decir, acciones concretas que surgieron gracias a recuperar la brújula de los datos estadísticos y a saber cómo usarlos.
Del mismo modo, gracias a los datos administrativos del sistema de salud, se pudo determinar que la implementación del SAME redujo la tasa de mortalidad en accidentes viales en un 16,6% en los municipios que implementaron el servicio de emergencias con relación a los municipios que aún no lo implementaron. Escalar una política pública suele enfrentar limitantes de todo tipo, principalmente de recursos, pero también políticos (por ejemplo, en La Matanza no se permitió aún la llegada del SAME). Sin embargo, la evidencia del impacto positivo en algo tan sensible como la mortalidad por accidentes viales no solo desnuda la mezquindad política, sino que da razones claras para enfocar los esfuerzos en extender el servicio de emergencias a los 135 municipios (hoy 108 municipios ya cuentan con el servicio).
Elevar la calidad de la gestión pública, fortalecer la transparencia, desarrollar sistemas de políticas basadas en evidencia, no tienen que ser enunciados vacíos que resuenen en debates académicos. Todo el esfuerzo para mejorar la gestión pública no se anuncia, pero impacta en la vida de miles de vecinos y son el reflejo de un equipo que gobierna diferente. Aún queda mucho por hacer, pero refleja la forma de trabajar de un equipo de gobierno que busca optimizar cada peso gastado en mejores políticas, más efectivas, que den respuestas más eficaces a las múltiples necesidades que tienen los bonaerenses. No podemos retroceder y volver a un sistema que gobernó sin brújula.
*Subsecretaria de Hacienda de la provincia de Buenos Aires.