Nunca me enamoré de Sylvia. Pero sé de muchos amigos para los cuales ella fue una persona central. Cuando llega Sylvia a tu vida, las viejas paredes tiemblan y uno sale de los escombros convertido en otra persona.
Dante, un amigo que conocí viajando, después de Sylvia pasó a llamarse Dananshaia y nos abandonó en Cuzco, donde se hizo Krishna. Parece que Sylvia fuera una agencia de viajes: otro amigo, después de una intensa relación con ella, se fue a vivir a Suecia. Nadie quiere volver a cruzarse con Sylvia, uno busca salir de la órbita elíptica en la que ella establece las relaciones donde se centrifuga el ser amado.
Leonard Michaels es un escritor americano que vivió los años de fuego en medio de las mejores mentes de su generación. Escribió libros de cuentos, novelitas autobiográficas y un diario que publicó poco antes de morir en 2003, con un título genial que es el mismo que el de un disco de Bob Dylan: Time Out of Mind. El también se cruzó con nuestra amiga y la inmortalizó en un libro finito y poderoso: Sylvia. Michaels, como Denis Johnson, es un gran poeta que escribe en prosa.
El relato de su trágica histeria de amor con Sylvia, es una muestra de cómo se puede ser realista, pero no por eso menos misterioso e inquietante. Miren lo que piensa cuando ve por primera vez a su ángel negro:
“Estaba descalza en la cocina, cepillando su larga y asiática melena negra mojada. (…) Me saludó, pero no me miró, demasiado ocupada como estaba moviendo la cabeza a derecha e izquierda y sacudiendo el enorme peso de su negra melena como una cortina brillante. El cepillo estuvo bajando y saliendo de su pelo hasta que ella dejó de repente de cepillárselo, entró en el cuarto de estar, se dejó caer sobre el sofá, se recostó en la pared de ladrillo y se abandonó totalmente. La cuestión de qué hacer con mi vida en los cuatro años siguientes quedó resuelta”.