Estas elecciones dejan a la Argentina en una circunstancia en la cual se entremezclan esperanza e incertidumbre. Esperanza porque, como en 2015, el país resolvió los conflictos surgidos de la puja entre dos visiones de país mediante las urnas, de manera totalmente legítima y pacífica. Incertidumbre porque la situación es difícil, no hay soluciones obvias, y además, estamos entrando en un momento político en el que se dan situaciones muy novedosas.
Hablemos primero de la novedad en el macrismo. Para comenzar, esta fuerza (resulta difícil saber cómo decirle a ese espacio político, ¿Cambiemos, Juntos por el Cambio, o algo nuevo?) deberá aprender a ser algo que nunca fue hasta ahora: un partido de oposición posderrota. Desde sus mismos inicios como PRO, el macrismo se constituyó con un único, candente objetivo: llevar a Mauricio Macri a la Presidencia. Cada acción, cada discurso, cada afiche, cada foto política o familiar fue diseñado, testeado y evaluado (¡cuali y cuanti!) con el fin de llevar a Mauricio Macri a la Presidencia. Pues bien, el objetivo fue logrado... y su resultado fue algo bastante parecido al fracaso. Según un informe de Cepal, durante su gobierno Argentina fue el país con la mayor caída del salario real y la mayor relación deuda/PBI de América Latina; la pobreza aumentó del 30% al 41%, y tres de sus cuatro años terminaron con caída del PBI en términos reales. Malos resultados económicos y la dura derrota política de ser el primer presidente sudamericano en no ser reelecto. Para alguien que venía a ocupar un lugar “natural” de dirección en la política argentina, fue un resultado desdoroso.
Sin embargo, es cierto que Mauricio Macri puede asumir como propio el logro de ser el primer presidente no peronista en terminar su mandato constitucional, y así llegar a ponerle la banda a su sucesor el día designado. El 40% obtenido en las elecciones no es despreciable, y gracias a él, la oposición mantiene cuotas de poder institucional no despreciables, más el apoyo decidido de sectores empresariales y de formadores de opinión. No es poco.
Puede pensarse que los partidos políticos no se constituyen como tales al ganar, sino al perder. Se puede ganar una elección por estar en el lugar y el momento justo, pero se construye organización en la derrota. Reagruparse, cobijar a sus funcionarios y militantes a la intemperie, patear los barrios, renovar los liderazgos es lo que hacen los partidos maduros. Así, y a pesar de que ambos vivieron momentos de éxito y victoria, la UCR existe como partido, y el Frepaso no.
Pero ojo: si es cierto que Macri puede vanagloriarse (módicamente) de haber podido durar hasta el final de su mandato, el peronismo también tiene un motivo de orgullo novedoso: es la primera vez que gana una elección presidencial como oposición sin estar propelido por una crisis política sistémica con renuncia presidencial y estallido social. El peronismo le ganó por dentro del sistema y jugando como partido a un gobierno que contó con recursos estatales, con donaciones empresariales y con una campaña en medios y redes sociales enorme. La apuesta no fue el estallido y la protesta, sino la negociación, la unidad y el despliegue territorial. Esto tampoco es poca cosa ni puede ser ignorado, porque también representa un aprendizaje.
A partir de aquí, los desafíos del peronismo y su oposición se dan casi en espejo. El peronismo debe, primero, encontrar la manera de transitar el angosto desfiladero que le permita estabilizar la economía, y proteger esa unidad en la acción, después. No tanto a nivel de sus dirigentes (a pesar de que cada día leemos análisis que sostienen que, ya, ahora, hace cinco minutos rompieron Alberto y Cristina Fernández y la guerra civil es inevitable), sino entre las bases, que demandan resultados, y sus referentes.
El macrismo por una parte deberá también resolver su interna y sus propios desafíos al liderazgo de Mauricio Macri (si quiere liderar, la UCR deberá reaprender a hablarle directamente de cara a la sociedad; la rosca por cargos legislativos es necesaria y está muy bien, pero no es lo que constituye atractivo electoral). Por la otra, deberá construir una respuesta propia a la certeza de que el peronismo no murió ni va a morir. Uno de los principales limitantes del gobierno de Cambiemos fue su deriva hacia un carácter fuertemente ideológico y a un antipopulismo casi prediscursivo. Solo se pueden juzgar como sobreactuaciones antipopulistas la decisión de bajar de nivel los Ministerios de Salud o Ciencia y Técnica, llevar adelante un conflicto de un año con los maestros, o la famosa frase de que a las universidades no llegan los pobres. Conflictos con alto impacto y bajo beneficio.
Este es el tablero: dos jugadores, ahora en posiciones novedosas. Quedan cuatro años para que se despliegue el partido.
(*) Profesora-investigadora, sede Alto Valle, Universidad Nacional de Río Negro.