En su Diccionario del argentino exquisito (1971), Adolfo Bioy Casares satiriza el uso de lenguaje deliberadamente complejo, que en el prólogo atribuye a cierto arquetipo local de “políticos y gobernantes… en un acto de premeditación a manera de baratijas para someter a los indios, porque el embaucador desprecia al embaucado”. Aunque sin pretensiones literarias, puede confeccionarse el diccionario económico argentino contemporáneo:
◆ Responsabilidad fiscal: en el mundo, no gastar todo el tiempo más de lo que ingresa. En la Argentina, véase “ajuste”.
◆ Ajuste: argentinismo contemporáneo, descalificativo instantáneo de cualquier propuesta tendiente a moderar el gasto público y la emisión monetaria a un ritmo inferior al 30% anual, aunque las señales de alarma (inflación, déficit fiscal, riesgo país, estancamiento, dólar paralelo, reservas) dominen el tablero. Acompáñese del adjetivo “feroz” o “neoliberal” para sumar dramatismo.
◆ Keynesianismo: en el mundo, usar herramientas convencionales de política económica (gasto público, alícuotas impositivas, tasa de interés, emisión monetaria) con fines contracíclicos. Aquí, expediente para gastar todo lo que tengo en años pares (no electorales) y lo que no tengo en años impares (electorales).
◆ Financiamiento interno: mundialmente, colocar deuda voluntaria entre los residentes. Aquí, apropiarse compulsivamente de cajas públicas (Banco Central) o privadas (AFJP) para financiar el exceso de gasto ante la carencia de crédito voluntario, pateando hacia adelante los riesgos de descapitalización del Central o del fondo de las jubilaciones (a cuenta de los tenedores de pesos y de los futuros jubilados).
◆ Soberanía monetaria: en el resto de los países, preservar el valor de la moneda con inflación baja, a fin de que el dinero local cumpla sus funciones de reserva de valor, instrumento de pago y unidad de cuenta. En la versión local, expediente para eliminar los límites de financiamiento del BCRA al Gobierno, tanto en moneda local (“maquinita”) como extranjera (reservas), bajo eufemismos referidos a objetivos de empleo y desarrollo con equidad.
◆ Soberanía hidrocarburífera: en Argentina, expediente para expropiar sin cargo y sin indemnización una compañía petrolera en caso de déficit energético, luego de haber consentido una subinversión persistente y distribución extraordinaria de utilidades, bajo un marco regulatorio que mantiene tarifas inferiores a los costos y subsidios insostenibles. En el mundo, sugiérese no abusar del término “soberanía”.
◆ Desendeudamiento: en otras latitudes, cancelar deudas. En la Argentina, cambiar de acreedor. Por ejemplo, pagar a bonistas externos con reservas que se compraron emitiendo pesos (deuda) a residentes (eventualmente, licuándolos luego mediante inflación/devaluación), o con fondos destinados a pagar las futuras jubilaciones.
Bicentenario: en la Argentina, recurso ornamental destinado a embellecer cualquier iniciativa destinada a apropiarse de recursos públicos sin argumentos convincentes. Ejemplo: “Programa de Financiamiento Productivo del Bicentenario” para dar créditos a tasas subsidiadas, “Fondo del Bicentenario para el Desendeudamiento y la Estabilidad” para disponer de las reservas sin restricciones ni control parlamentario (diría Bioy: “Desconfíe el ciudadano de rótulos rimbombantes, como indio de las baratijas”). En el exterior, segundo centenario.
◆ Dolarización: tanto en Suecia como en Vietnam, aumento de la proporción de activos en moneda extranjera en la cartera de inversiones, usualmente asociada a percepciones de atraso cambiario. En relato vernáculo, comportamiento atribuible a una pauta cultural extranjerizante alentada por fuerzas destituyentes (que se habría tomado vacaciones hasta 2007) y que nada tiene que ver con la inflación que atrasa el tipo de cambio. Combátase con “pesificación compulsiva” inundando la plaza, a menos que la persistente caída de reservas sugiera pegar un volantazo y “redolarizar” (incluso lo que antes estaba pesificado) vía blanqueo a evasores.
◆ Inflación: en manuales de Economía, aumento persistente y generalizado de los precios, frecuentemente asociado a exceso de emisión para financiar el déficit fiscal. En la Argentina, ficción atribuible a fuerzas conspirativas arraigadas en mercados oligopólicos (que no existirían en el 98% de los países del mundo, que no tienen inflación). Textual de Bioy en su Diccionario: “El mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que subestima la estupidez”.
◆ Exteriorización de activos: en el mundo, blanqueo. Indulto tributario extraordinario para contribuyentes morosos, usualmente aplicado luego de recesiones agudas o de amenazas confiscatorias sobre los ahorros. Aquí, eufemismo que habilita condonar deuda y endeudarse con evasores ante el agotamiento de las cajas internas. No importa si la frecuencia cuatrienal resultara lesiva de la cultura tributaria, ni tampoco si contradijera banderas emblemáticas: pesificación o desendeudamiento.
◆ Cedin: definido en legislación vernácula como instrumento para canalizar recursos ociosos hacia la inversión inmobiliaria. En el manual monetario internacional, cuasimoneda convertible para superar desconfianza en peso no convertible por abuso de emisión sin respaldo. Antónimo de patacón: cuasi-moneda no convertible para compensar rigidez de peso convertible.
◆ Inconsistencia con capacidad contributiva: eufemismo local para inhibir la compra de dólares e interferir en las libertades de asignación del ahorro (en moneda local o extranjera) o consumo (bienes importados o nacionales, turismo interno o externo) de ciudadanos que podrían elegir ahorrar o reventarlos en un “fin de semana loco” en Ibiza o en Paysandú. En el resto del mundo, que no le cierren las cuentas.
◆ Crisis internacional: en el exterior, fase más aguda de una depresión económica, con merma de producción y caída generalizada del valor de los activos. Aquí, excusa perfecta que conviene tener a mano para justificar los parches asociados a la estanflación local (estancamiento con inflación), aun cuando habría que presumir una puntería asombrosa si no afectara a las economías vecinas.
◆ Crisis: aquí, término reservado a combinaciones explosivas de devaluación, default, corralito, hiperdesempleo (2001-2002) o hiperinflación (1989-1990). Resto del mundo: trenes que chocan y ciudades que se inundan luego de diez años de crecimiento, cepo cambiario por escasez de divisas con términos de intercambio récord, inflación que sextuplica el promedio internacional, déficit fiscal, presión tributaria récord, 25% de la población en pobreza.
Bioy saborea en su libro más de cuatrocientas exquisiteces. Este breve glosario, en cambio, a lo mejor sirve para entender por qué a los argentinos se nos aparecen fantasmas de todos los colores cuando oímos hablar del blue. En gran parte del mundo, sólo significa azul.