Oscilo a menudo entre pensar que los argentinos hemos perdido completamente la capacidad de asombrarnos, y que, como resultado, hemos aprendido a naturalizar, casi de manera inconsciente, cuestiones y situaciones que hasta no hace mucho ya nos parecían escandalosas. Oscilo entre esto, o la variable más siniestra, asumir que somos una sociedad absolutamente cínica a la que todo le da más o menos igual. No lo pienso: quiero ser claro. No estoy postulando el peor de los escenarios. No estoy haciendo una radiografía ominosa y tremebunda de los argentinos. Pero estas primeras palabras se vinculan con una serie de hechos que trataré de ir enhebrando y que me hacen a menudo pensar que, por lo menos, en la Argentina la capacidad de asombro se ha retirado para no volver por el momento.
Algunos datos que aparecen en la letra pequeña de los medios son realmente entre desconcertantes y abominables. A fines de marzo, por ejemplo, el vicepresidente de la nación, Amado Boudou, viajó a Holanda para representar a la Argentina en una Cumbre de seguridad nuclear. Para este viaje a Holanda, a esa reunión en la que nada tuvo que decir ni aportar, Boudou se hizo acompañar por el Director General de Imagen Institucional y Tecnologías de la Comunicación del Senado, Sergio Poggi. Cuando se escriba la historia, con distancia y altura, habrá que tomar en cuenta que el kirchnerismo fue imbatible, insuperable, para inventar cargos, como por ejemplo el de Ricardo Forster, “Secretario de Coordinación Estratégica del Pensamiento Nacional”; este Poggi ostenta el cargo de “Director General de Imagen Institucional y Tecnologías de la Comunicación” del Senado. Los argentinos le dimos $ 70.701 en pasajes –obviamente en primera clase– más 1600 euros de viáticos por seis días.
Pero Boudou solo con Poggi; se hizo acompañar de cuatro asesores -¿en qué lo “asesoraban” los asesores? - y dos agentes de custodia. Además se llevaron 6.000 euros por “gastos eventuales a cargo de rendir cuentas”. Después de Holanda, le tocó el turno a Madrid, adonde el vicepresidente viajó con la excusa de que representaba a la Argentina en las exequias del ex presidente Adolfo Suárez, el hombre que garantizó la transición a la democracia. Ahí también se hizo acompañar de este individuo (el Director General de Imagen Institucional y Tecnologías de la Comunicación, el mencionado Poggi), por lo cual los argentinos desembolsamos $ 99.369, además de viáticos en euros por cinco días de estadía: ¡fue a un sepelio con cinco días de estadía!
Además, Boudou se hizo acompañar –aparentemente la soledad le hace mal a su alma –, por el Director General de la Secretaría Privada, Gonzalo Etcheverry, con idénticos pasajes, o sea 100.000 pesos y viáticos, además de cuatro “asesores”. ¿Cuatro “asesores” a una ceremonia fúnebre? Cada uno costó (viajaron aparentemente en business o en clase turista, 27.000 pesos.
Esto pinta apenas un detalle que tan aturdidos como estamos, olvidamos de registrar: la pérdida de la capacidad de asombro. El entrenador del seleccionado de futbol que salió subcampeón en el Mundial de Brasil, Alejandro Sabella, agradeció que fuese el Congreso de la Nación que le hiciera el homenaje. Nadie le puede pedir a Sabella versación sobre temas políticos. Dijo algo desde la buena fe, que nadie puede sino compartir: “Este es el escenario que más me gusta para un premio. No hay que olvidarse que el Congreso Nacional estuvo cerrado durante muchos años y fue reabierto por la democracia hace 31 años”.
Sí, Sabella. Es cierto: el Congreso estuvo cerrado durante el régimen militar. Pero este de ahora: ¿es acaso un Congreso funcional? ¿Es una caja de resonancia de las necesidades legislativas de las necesidades de la Argentina? ¿Es acaso, este Congreso, un lugar donde Gobierno y oposición trabajan arduamente, semana tras semana, para darle a la nación las leyes que necesita? Por supuesto que no. El Congreso actual, el que encabeza el señor Amado Boudou en el Senado y el que encabeza Julián Domínguez en la Cámara de Diputados, se puede permitir estos homenajes a Sabella, en tanto y en cuanto el Congreso no funcione a los fines que le dictamina la Constitución. Severo déficit de un hombre como Julián Domínguez, que tiene apetitos políticos muy evidentes, quiere ser Presidente de la Nación, pero si llegase a la presidencia de la Nación, no haría sino reiterar lo que es el Congreso de ahora: un Congreso cerrado, en el que la mayoría oficialista le garantiza absoluta inoperancia a lo que debería ser uno de los poderes claves del país. Este Congreso de vacaciones permanentes ya tampoco provoca asombro.
Este 22 de julio, por otro lado, me desconcertó y me dejó estupefacto la noticia que publicó el diario La Nación, titulada “Para Mariotto, el Papa es un aliado contra los holdouts”. La nota informa de una entrevista privada, a mediados de julio, cuando el Papa ya está prácticamente en el período vacacional; el vicegobernador bonaerense volvió a entrar a la residencia de Santa Marta para ser recibido por el Papa, para luego contarles a los medios una serie de intenciones supuestamente atribuidas a Francisco, que uno quisiera creer que no son ciertas.
Según Mariotto, Francisco le comentó que distintos líderes mundiales la ven “muy bien a la Presidente, con inteligencia, firme ante los desafíos que tiene el país”. Además, dijo Mariotto, “el rumbo del país fue compartido”. Habla de la reunión de este módico vicegobernador provincial con el jefe de la Cristiandad. “Más allá de los errores que se pueden cometer –dijo Mariotto– coincide Francisco en que no se puede volver al neoliberalismo, por eso Francisco valoró el progreso con economías como la Rusia y la China”.
¿Nos consta que estas palabras que reproduce el diario fueron dichas por Francisco? ¿El Vaticano no tiene una oficina de prensa que pueda poner negro sobre blanco las palabras del Sumo Pontífice? ¿Es necesario, acaso, que el Papa condene al neoliberalismo? ¿Es necesario que siga recibiendo permanentemente a dirigentes del peronismo como si fuese un gran armador político a la distancia? Mariotto dice: “Me advirtió (el Papa) del problema de caer en la frivolidad de la construcción política, y que siempre tengamos en cuenta a las mujeres”. Lo trató de compañero.
Se necesitaría que alguien, desde el Vaticano, o desde la Iglesia Católica argentina, separara los tantos. Porque si el Papa no habla, y su vocero de prensa es Gabriel Mariotto, se seguirá incrementando nuestra sensación de desconcierto, asombro e incredulidad, al haber naturalizado esta especie de parálisis a la hora de reaccionar.
Un Papa que no hace más que recibir dirigentes peronistas; un vicepresidente que se gasta lo que no tenemos en una serie de ceremonias absolutamente estériles, y, como cereza del helado, Tecnópolis, a la que se le han inyectado nuevos 20 millones de pesos para que siga perfeccionándose en su condición de Disneylandia kirchnerista. Es bueno recordar, también, que este Papa que recibió a Mariotto, es el mismo que se fotografió con un sonriente Martín Insaurralde, cuando la Presidente necesitaba impulsar políticamente al dirigente de Lomas de Zamora para las elecciones del año pasado.
Muchas cosas, y muy densas, siguen poniendo a prueba nuestra cada vez más cascoteada capacidad de reaccionar.
(*) Emitido en Radio Mitre, el martes 21 de julio de 2014.