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INSTRUMENTO DE CONTROL SOCIAL

Numerología

Para el INDEC, la línea de pobreza en el segundo semestre del 2008 es del 15,3% y la de indigencia del 4,4%; según la UCA la pobreza llega al 34,3% y la indigencia al 11,7%. En el estudio de la CTA, la pobreza es del 26,5% y la indigencia del 11,4%.

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Para el INDEC, la línea de pobreza en el segundo semestre del 2008 es del 15,3% y la de indigencia del 4,4%; según la UCA la pobreza llega al 34,3% y la indigencia al 11,7%. En el estudio de la CTA, la pobreza es del 26,5% y la indigencia del 11,4%. Según el INDEC, el aumento de los precios en los últimos doce meses fue de 5,5% y para otras mediciones privadas se ubica entre el 15 y el 20%. En todo caso, la inflación de julio fue de 0,6% para el INDEC y para los consultores privados superó claramente el 1%. En el trimestre, la baja de la actividad industrial ha sido evaluada por consultores privados en un 9,4% y por la medición oficial en un 3,9%. A esta danza de cifras discordantes se agrega la polémica generada a propósito del último libro de la Sra. Graciela Fernández Meijide en torno al número total de desaparecidos durante el proceso: ¿8 mil, 15 mil, 30 mil? Pareciera que del debate político sólo nos queda la numerología.

Los números, las cifras, las cantidades, están en el corazón de la gestión social del Estado moderno y son, sin duda, un instrumento importante de control social. Al mismo tiempo, es un lugar común de la conversación cotidiana señalar –acompañando la observación con una sonrisa socarrona – que las estadísticas permiten probar cualquier cosa. La descalificación del uso de datos estadísticos en el debate público es peligrosa, en relación con una de las condiciones históricas que han hecho posible dicho debate, condición que las sociedades modernas consiguieron instalar en el espacio público. No se trata de pretender que hay una “verdad objetiva” que las “buenas estadísticas” permitirían siempre describir, ni tampoco de ignorar que existen múltiples maneras de manipular las estadísticas: lo que la enorme mayoría de las democracias modernas lograron es una relativa estabilidad de los datos sobre la realidad social, no en virtud de una supuesta “verdad objetiva” de dichos datos, sino como resultado de un acuerdo convencional y público sobre los métodos para recoger y tratar la información a partir de la cual se producen esos datos. Se instala así una realidad (construída, sin duda), pero que sirve de base para que se desencadenen los desacuerdos sobre las decisiones políticas.

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Alain Desrosières, experto del INSEE (el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos de Francia) escribió hace ya unos cuantos años un hermoso libro, La política de los grandes números, en el que traza lo que llama la historia de la razón estadística, que es una historia a la vez de la evolución de los modelos matemáticos probabilísticos, de las ideologías de la administración pública y de la política moderna. “La constitución de un espacio que hace posible el debate contradictorio sobre las opciones políticas – decía Desrosières en 1993– supone la existencia de un mínimo de elementos de referencia comunes a los diversos actores: el lenguaje para darle forma a las cosas, para expresar los fines y los medios de la acción, para discutir los resultados”. Y agregaba: “Este lenguaje no preexiste al debate. Se lo negocia, se lo estabiliza, se lo inscribe y después se lo deforma y se lo deshace poco a poco, a lo largo de las interacciones propias de un espacio y un período histórico dado. No es tampoco un puro sistema de signos que refleja las cosas que existen fuera de él: la historia del desempleo, de su definición y su medición y de las instituciones destinadas a reducirlo y a ayudar a las personas sin trabajo, ofrece un ejemplo de las interacciones entre las medidas estadísticas y los procedimientos institucionales de identificación y de codificación de los objetos”.

Pero sólo puede haber verdadera dinámica (y por lo tanto, evolución histórica e institucional, con todas sus contradicciones) entre agentes autónomos: una mínima estabilidad convencional de los datos sobre el estado de una sociedad, sólo es posible si existe una burocracia administrativa relativamente protegida de la lucha política.

Como se sabe, el margen de transgresión de las reglas normativas de un juego, varía de un juego a otro. En la práctica, ese margen es muy grande en el fútbol e igual a cero en el golf. Entre estos extremos, hay múltiples variantes. Pero ni siquiera el póker es posible, si los participantes saben que hay un jugador que está haciendo trampa.


*Profesor plenario, Universidad de San Andrés.