COLUMNISTAS
Imágenes paganas desde el poder

Nunca desperdicies una buena crisis

Un especialista en comunicación analiza el escándalo, los efectos, el impacto electoral y el pedido de perdón de Alberto Fernández, que no fue tal, tras la divulgación de la foto del cumpleaños de Fabiola Yáñez en pleno aislamiento. Y una periodista reflexiona sobre el poco temor al contagio que los poderosos han tenido desde que comenzó esta pesadilla.

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Escándalo. Estrictamente hablando, escándalo significa “hacer caer” o “ser para alguien ocasión de caída”. La caída se refiere a una caída moral. | cedoc

Varios diarios nacionales y gran parte de los noticieros del viernes 13 tenían entre sus principales noticias la foto del cumpleaños de Fabiola Yáñez. Corría el mes de julio de 2020. En plena cuarentena por la pandemia de covid-19 festejó su cumpleaños con una decena de amigos y amigas. Nadie necesita más introducción al caso. Mientras estoy escribiendo estas palabras, se anuncia un acto político en Olavarría, con la presencia de Alberto Fernández y la posibilidad de que el Presidente se pronuncie sobre el tema.

Voy a escribir sobre el caso tomando distancia para analizar el hecho de la forma más objetiva posible. Es difícil porque por ahora no encontré a nadie distanciado del tema. Pero tomaré el punto de vista del analista o del consultor. Dejo entonces para la prensa especializada y para la oposición, sobre todo, el rol de críticos comprometidos emocionalmente con el asunto.

Escándalo. Antes que nada, quiero saber si la reunión en Olivos para festejar el cumpleaños es realmente un escándalo. ¿Podemos decir que estamos ante un verdadero escándalo? Estrictamente hablando, escándalo significa “hacer caer” o “ser para alguien ocasión de caída”. La caída se refiere a una caída moral. Aunque la palabra escándalo es un término corriente, muy usada por la prensa, el significado original y realmente fuerte del término no ha sido sostenido en el tiempo. No es raro escuchar que algo es un escándalo, pero realmente si lo fuera, sentiríamos cierto temblor. Uno no inventa un escándalo: el escándalo se siente. Es una categoría moral y también pasional, pero sobre todo sociológica. Un escándalo es una acción que viola o desconoce un valor básico, fundamental o esencial, en cierta sociedad, en determinado momento y lugar. No es algo abstracto. Y por eso no deberíamos subestimar la importancia que tienen los escándalos en las sociedades humanas. Cumplen la función de ser diques de contención para las acciones que no queremos que sucedan. Si partimos de esta definición, entonces, la fotografía de la fiesta de cumpleaños de Fabiola Yáñez es escandalosa, ofensiva, para mucha gente. Para la sociedad argentina en su conjunto, la pandemia ha sido una crisis profunda, con más de cien mil muertes. Y se ve en la fotografía al principal responsable de la gestión de la solución, en el medio de la restricción de la cuarentena, no respetando ni cumpliendo con las principales reglas que su propio gobierno sancionó.

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Efecto. Por otro lado, como nadie se relaciona igual con este hecho, y eso habla de que es una crisis, la pregunta siguiente es ¿qué significa el hecho para sus interlocutores? La crisis no tiene el mismo efecto para todos. Para la ciudadanía en general, es una desilusión, una decepción que impacta a toda la política, más allá del efecto directo sobre Alberto Fernández como persona y como funcionario. Ninguno de los tres grupos políticos que hoy votan en la Argentina (indiferentes, a favor de la oposición y a favor del oficialismo) ha quedado fuera de la onda expansiva de esta bomba mediática. Para los indiferentes políticos, pero afectados como todos por la pandemia y por la cuarentena, lo que hizo el presidente debería ser escandaloso. Para la gente que se cuidó y respetó las reglas del juego como debía, esto es corroborar que no es necesario hacerlo. Para los seguidores del Frente, es vergonzoso; ya lo han expresado así en diferentes medios. Y para los que están del otro lado de la grieta, esto no hace más que profundizarla. Lamentablemente.

Para el espacio político de la oposición, en cambio, puede ser considerado una oportunidad. Pero si lo gestionan mal, se les volverá en contra como ha pasado tantas veces. En realidad, como pasó hace poco con las críticas a las visitas en Olivos.

Por otro lado, es un gran problema para los que forman el espacio del Frente de Todos, empezando por CFK. Cristina no ha cometido ese tipo de errores que rayan en la superficialidad, en la desconsideración y en la trivialidad. Para muchos miembros del Frente, se cometió un error “macrista”. Pero también, para algunos socios del Presidente, este problema puede ser considerado un camino de salida si se enfoca desde la competencia política. “Nunca desperdicies una buena crisis”, sería el principio a seguir. Desde Maquiavelo hasta Barak Obama ha seguido esta idea.

Errores. En tercer lugar, entendamos lo que pasó. ¿Cómo le pasó esto a un hombre tan experimentado en política? Más allá de los detalles que nos faltan, hay tres errores evidentes: además de hacer algo que en ese momento era ilegal (desde la ciudadanía el hecho es inmoral), además, dieron el paso final: lo registraron con una cámara. El máximo de subestimación y de inconsciencia de las consecuencias de la situación. El problema de la falta de control de las redes sociales queda nuevamente corroborado en este hecho. ¿Y cómo llegó a la prensa? Una hipótesis es el hackeo, pero es muy complicado, aunque puede ser verosímil. Pero la otra conjetura es el error: “una de las invitadas, recibió la foto de quién la tomó, y se la envió a un familiar, que por tener ciertas diferencias con este gobierno, tiene amigos que son antikirchneristas, y que comparte la foto con ese grupo, que por estar de ese lado de la grieta, tiene amigos que conocen periodistas que están en el espacio de la oposición”. Este recorrido que acabo de hacer (y que es una ficción total), es lo que sucede muchas veces con las filtraciones. Todos tenemos en Linkedin o en WhatsApp contactos en común con mucha gente que no conocemos de manera directa.

¿Qué hacer? En cuarto lugar: qué le recomendaríamos al Presidente: ¿Qué podría o debería hacer el Presidente? De los escándalos se sale con el perdón del damnificado o con las pruebas de la falsedad de la acusación (o con el olvido). Pero en esta oportunidad, lo segundo es imposible porque el propio Gobierno ha reconocido que el hecho realmente sucedió. Dejé de escribir este artículo para escuchar al Presidente. Y vuelvo a escribir con la solución de la pregunta: lamentablemente no pidió perdón. O, mejor dicho: no le salió como perdón el perdón que intentó ensayar, si es que quería pedir perdón. Porque en el acto de pedido de perdón no hay justificación. Perdió una oportunidad de conmover a algunos pocos que puedan haber comprendido el arrepentimiento y haber logrado cierta empatía (aunque reconozco que es muy difícil). Cometió el error de explicar y de involucrar a su mujer en el asunto. Las dos cosas cayeron muy mal. Entonces, no hubo asunción de responsabilidad ni pedido de perdón efectivo. No fue performativo el perdón del Presidente. De hecho, uno no pide perdón como quiere, sino cómo debe. Y este “debe” depende de nuestras prácticas comunicativas cotidianas.

Si el Presidente hubiese realmente logrado un pedido perdón, el futuro litigio judicial lo soluciona dentro de la Justicia. Reconocer que se equivocó del modo adecuado era fundamental. Tener un momento de debilidad es humano. Reconocerlo sería un acto de humanización real. Pero la práctica política argentina le escapa a ese tipo de reconocimientos de debilidad. En otros lugares, el “pedido de perdón” es un ritual público aceptado y usado. No en la Argentina. Repito: si quiso pedir perdón, no lo logró porque pedir perdón no permite explicaciones que confundan con justificaciones.

Impacto. Finalmente: ¿Qué impacto electoral tendrá esta fotografía? La oposición y el periodismo crítico seguirá el hecho durante un tiempo. Pero los efectos sobre su electorado son muy dudosos. Dependerá de las próximas acciones de los miembros del Frente de Todos y de los errores o aciertos de la oposición. Se abren unos tiempos difíciles para el Presidente y para sus compañeros de fórmula. Aunque algunos de sus socios podrían ganar bastante con este “desliz” de la familia presidencial.   

En conclusión, estamos ante un error de decisión política bastante básico si se compara con la trayectoria de Alberto Fernández; delante de una falta moral grave para la sensibilidad de mucha gente, incluidos muchos votantes del Frente de Todos; y ante un delito según las propias leyes del Gobierno Nacional. Lo que no podremos determinar en esta nota es cuánto impacto electoral tendrá, ya que el proceso de discusión pública puede tomar diferentes caminos: la disolución y el olvido, o el aumento de la sensación de gravedad con nuevos hechos hasta ahora desconocidos.

*Director de la Maestría en Gestión de la Comunicación, Facultad de Comunicación, Universidad Austral.