COLUMNISTAS
gobierno bipolar

Oficialismo desquiciado

Crecen las señales de un gobierno partido en dos, incapaz de enfrentar el desafío de la crisis económica.

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Es otro cantar, Alberto Fernàndez. | Pablo Temes

“Ningún gobierno es mejor que las personas que lo integran.” (John Fitzgerald Kennedy)

La conducta errabunda del Presidente no se detiene. Su navegación en un mar de idas y vueltas mina su credibilidad día tras día. Un día dice que se levanta el acto de hoy por el 17 de octubre y, al otro, afirma lo contrario. Algo similar sucedió con la designación de Gabriela Cerruti como “portavoz de la Presidencia”, algo que cayó como una bomba en el entorno de Alberto Fernández. Generó suspicacias y hasta burlas dentro de Presidencia: “¿Vuelve 6,7,8?”, se preguntaron. Pero otra fuente que recorre la Rosada confirmó que “la eligió Alberto más allá de las discusiones que pudieron haber tenido en el pasado. “Fue una decisión suya. Pero hay muchos que sienten que quedaron pedaleando en el aire y no hacen pie”, remarcó. Se entiende: primero AF lo negó y, luego, lo confirmó.

El hilo de tuits que los tuvo como protagonistas en el mes de enero de 2017 confirma la labilidad del Presidente. Alberto Fernández había dicho en una entrevista que Cristina Kirchner lideró una etapa “patética del peronismo”, asegurando que se había “bancado” a “Boudou, Moreno, Milani, el pacto con Irán”. Cerruti lo cruzó por la red social del pajarito: “Para @Alferdez @CFKArgentina representa el peronismo patético”, y agregó: “Yo no dudo que despreciás al kirchnerismo. Me alegra que no haya más confusión”. A lo que Fernández respondió: “La única confundida sos vos que nunca fuiste peronista. Ganate una banca sin chicanear. A mí no, Gaby”.

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El ahora presidente de los argentinos, pues, atacó a Cerruti al igual que condenó a Cristina Fernández de Kirchner. Hoy Cerruti es su flamante vocera y CFK su vice, que paradójicamente fue quien lo ungió y quien, sin lugar a dudas, es la que manda.

A falta de alguna buena idea, lo que abunda en esa navegación a través de un mar de aguas procelosas son las peleas. Muchas son subterráneas; otras, en cambio, salen a la superficie. Entre estas últimas está la que tuvo el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, con Máximo Kirchner. La disputa fue pululante en lenguaje soez y gestualidad amenazante. La conclusión es que Berni ya anunció que después de las elecciones se va del Frente de Todos contra Todos. El nombre que desde las canteras del peronismo  bonaerense se hizo circular para reemplazarlo es el de Alejandro Granados, quien ya ocupó ese cargo –y fracasó– en la segunda gobernación de Daniel Scioli. Más allá de que se concrete o no su designación, esto da idea de la revulsión que existe al interior del oficialismo.

Mientras tanto, la inseguridad en el Conurbano se enseñorea con su reguero cruel de violencia y muerte. Esta semana fueron los asesinatos de Gonzalo Refi en Lanús, de Lucas Iván Cancino en Quilmes, y del subcomisario Rodrigo Becker en Caseros. ¿Cuáles serán los próximos? ¿Cómo se puede vivir así? No es casualidad que mucha gente joven –y no tan joven– se esté yendo del país. No es solo un mejor futuro económico lo que buscan; es también la seguridad, el saber que se puede salir a la calle sin el temor de que a la persona le roben y la maten por un teléfono celular, un par de zapatillas, una bicicleta, una moto o lo que fuere. 

El que avisa no traiciona

El territorio bonaerense es un aquelarre. El intervenido gobierno de Axel Kicillof se ve azotado por un vendaval político imparable. El gobernador, que desafió al agua, al viento y al polvo en el acto de campaña de inauguración de un tramo de seis kilómetros de la Ruta 3 entre Ezeiza y La Matanza, enfrenta la rebelión –subterránea, por ahora– de los intendentes peronistas del Conurbano que nunca –y ahora mucho menos– lo quisieron.  

Kicillof ha perdido su calidad de niño mimado de la ex presidenta en funciones. No solo de ella; también de su hijo.

La salida de Paula Español fue otro cachetazo para el gobernador, ya golpeado por la intervención de su gabinete por parte de Martín Insaurralde.

El otrora predilecto del kirchnerismo viene cayendo en picada luego de la derrota en las PASO.

En este contexto declinó la invitación a participar del Coloquio de IDEA a pesar del cambio de rumbo que significó la participación del mismísimo Presidente y distintos funcionarios y candidatos en el encuentro empresarial. “¿Que iba a decir en una semana marcada por hechos negativos y sin el respaldo al que estaba acostumbrado? Inflación de septiembre, asesinatos en el Conurbano y recambio de funcionarios cercanos. Es mejor volar bajo radar”, aseguró una fuente del Instituto Patria. El control de precios ya puso los pelos de punta a los empresarios justo antes del Coloquio de IDEA. “Congelar los precios de 1.200 productos de la canasta por noventa días es inconsistente. ¿Qué va a pasar el día 91? Cuantos más parches pongan sin soluciones reales más difícil será desandar ese camino. Ahora Feletti abre la temporada de amenazas con precios máximos y ley de abastecimiento, ¿se olvidó del fracaso de las políticas de Moreno?”, dijo un hombre del sector del retail.

Todo lo que viene haciendo el Gobierno no tiene otro destino que el fracaso.

La reunión convocada de urgencia  con los líderes empresariales fue la confirmación del deterioro de la autoridad del Presidente. La pregunta de Francisco de Narváez –uno de los asistentes– fue la muestra: “Queremos saber si la vicepresidenta está de acuerdo con esto”, inquirió cuando AF hablaba de la voluntad del Gobierno de llegar a un acuerdo con el FMI. No fue la única pregunta e inquietud que se volcó sobre la mesa. Lo notable es que, en un intento de sincerarse, el Presidente reconoció las dificultades económicas que derivan de esa falta de acuerdo. Se habló allí de la insostenible brecha cambiaria, de las dificultades que para la actividad industrial representan el cepo y las trabas a las importaciones. Más allá de la cortesía reinante en el encuentro, fueron pocos los hombres de negocios que se fueron de la Casa Rosada con alguna expectativa positiva. A esos pocos, la desvaída alocución de AF en IDEA los derrumbó.  “El problema central sigue siendo de confianza y de credibilidad. La economía no se puede ordenar con un gobierno partido en dos”, señaló uno de los empresarios que escuchó con resignación al Presidente que llegó cincuenta minutos tarde al coloquio.

La defensa de Jones Huala (líder del grupo violento y radical Resistencia Ancestral Mapuche) por parte  del embajador argentino en Chile, Rafael Bielsa, es otra muestra del desquicio que anida en el seno del oficialismo. Nada que sorprenda.