Creo que esta democracia de la alternancia no camina. Quiero construir una democracia donde el movimiento popular gobierne 20 años la Argentina”, dijo Emilio Pérsico, secretario de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social y, a la vez, referente del Movimiento Evita que organizó el acto de apoyo al Presidente en el estadio de Nueva Chicago.
Es decir, alguien que está en los dos lados del mostrador, algo insostenible y reprochable desde el punto de vista ético y legal. Lo escuchaban con atención el mismísimo Alberto Fernández y Máximo Kirchner. La frase fue una nueva demostración de las contradicciones del Frente de Todos Contra Todos. “De un lado apuestan a devolverle al Presidente su rol componedor alejado de las disputas y los exabruptos y dispuesto a escuchar, pero al mismo tiempo, le arman un acto donde uno de los organizadores sale a decir estas barbaridades” –se quejó un funcionario amargamente.
Al mismo tiempo, pululan los desacuerdos acerca del giro de 180° que ha experimentado la comunicación del oficialismo de cara a la campaña electoral en curso. El nuevo manual Nac & Pop pretende instalar la idea de la vuelta a una vida llena de hechos positivos y una visión romántica y optimista de la realidad como si nada hubiese pasado desde el 20 de marzo de 2020 hasta ahora. “Necesitamos salir del No para saltar al Sí. Pasar de la negación a la afirmación, de la prohibición a la libertad”. Así reza un boceto que pretende convertirse en la nueva biblia kirchnerista que, entre otras cosas, asegura que “venimos de muchos No –cuarentena, restricciones, retenciones– y el No es conservador porque no permite avanzar”. En la práctica se trata de dar buenas noticias y dejar los golpes de realidad y la mirada negativa de la Argentina a la oposición encarnada en Juntos por el Cambio. Es no hacerse cargo de que el responsable de los “No” ha sido el propio gobierno que no dudó un instante en descalificar a todos los que advirtieron de los males –algunos irreversibles– que produjeron la extensísima cuarentena impuesta en nuestro país.
Cualquier observador con una pizca de pensamiento crítico (sin llegar a ser “negativo” y “conservador”) se daría cuenta de que la táctica de esta campaña consiste en la reedición del manual populista para principiantes que cae en una falsa sensación de libertad y optimismo desplegados con el objetivo de dar vuelta el resultado adverso que obtuvo el oficialismo en las PASO. Léase:
Sí al final de la Pandemia por decreto
Sí a los espectáculos masivos
Sí al clientelismo más descarnado
Sí a la emisión monetaria descontrolada
Sí a ponerle platita en el bolsillo a la gente
Sí a los placeres efímeros
Sí a la Justicia adicta al poder
En definitiva, Sí a la vieja política y sus vicios.
La falta de ton y son se aprecia en cada una de las iniciativas que el Gobierno se esmera en anunciar cada día con el objetivo de crear la imagen de una nueva y remozada gestión. La desesperación por avanzar con el plan por votos sin medir sus consecuencias genera incoherencia y desorden.
El ADN de los K no admite el diálogo
Veamos por ejemplo el anuncio acerca de los viajes de egresados de la escuela secundaria que el viernes último hizo Axel Kicillof. El gobernador de la provincia de Buenos Aires se comprometió a pagar el viaje de cada uno de los más de 200 mil estudiantes que completaron la secundaria. El costo de cada viaje, cuya duración no será mayor a cinco días, es de 30 mil pesos. “Imagine cómo se siente un jubilado que, luego de hacer aportes durante toda su vida laboral, debe resignarse a cobrar la mínima, es decir 26 mil pesos”, razonaba con sentido común y cierto azoro un funcionario con despacho en la Casa Rosada.
Todavía resuenan los ecos de la carta de CFK. “Hizo mucho daño y destruyó puentes que podían utilizarse” asegura un hombre del oficialismo que sigue de cerca la campaña y cuenta que el mayor esfuerzo está puesto en lograr algo de armonía para llegar con una imagen mejorada al 14 de noviembre. El foco es el vínculo entre Alberto y Cristina, hay diálogo obligado, pero todos saben que la confianza mutua se rompió.
“Es cierto que la relación está en su momento más delicado, pero las tensiones hay que dejarlas atrás. Por eso es lógico que AF y CFK se hayan reunido”, señala una voz del Instituto Patria en referencia al encuentro entre ambos que tuvo lugar en Olivos en la semana. En un ámbito en el que sobrevolaba la tensión, la conversación giró sobre dos puntos principales: el primero, cómo llevar bienestar inmediato a la gente; el segundo, cómo sostener la economía en el marco de las negociaciones para lograr un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional en el medio de una campaña en la que la máquina de hacer billetes está trabajando a full.
Todo esto lo complica –y mucho– al ministro de Economía, Martín Guzmán. Más allá de la predisposición para ayudar de la actual directora gerente del FMI, cuya estabilidad en el cargo tambalea, los cuadros técnicos del organismo ya advirtieron que con el nivel de brecha cambiaria existente en la Argentina no hay posibilidad de acuerdo.
Le va costar mucho al Gobierno recomponer una estructura de gestión eficaz más allá del resultado electoral de noviembre. Si ganase –posibilidad que matemáticamente existe–, la condición de títere de AF se acentuará.
Lo sucedido en la Cámara de Diputados el miércoles debe ser mirado con atención. Máximo Kirchner quedó expuesto al no poder lograr el quórum para el proyecto de ley de etiquetado de alimentos mientras Sergio Massa intentaba hacer la diagonal para salir del embrollo.
Al fin y al cabo una pantomima más de un gobierno que se ha transformado en un sketch consuetudinario.