En el mundo económico, sentimos una frustración enorme por la paupérrima calidad del debate. En este sentido, nuestros adversarios, no sólo no dan muestras de estar al tanto de lo que ha pasado durante el último medio siglo en materia de teoría económica y de la evidencia empírica, sino que además, reflejan una profunda involución en la calidad de los argumentos respecto a los que presentaban hace cuarenta años con la tablita cambiaria.
Dada la precariedad de los argumentos levantados por nuestros oponentes y por el adoctrinamiento del tipo keynesiano-marxista que se imparte en la mayoría de las instituciones educativas hay que postular el marco normativo del que partimos, ya que el marco alternativo es la base de la “economía” populista, esto es, la irresponsabilidad fiscal de los keynesianos y los delirios monetarios de los estructuralistas locales con Julio H. G. Olivera a la cabeza, cóctel explosivo hecho a la medida de políticos ladrones, corruptos y/o mesiánicos que encuentran en ellos las palabras que quieren escuchar. En este sentido, nuestro marco analítico es una mixtura entre la potencia cuantitativa de la Escuela de Chicago y el esquema normativo de las ideas de la libertad que ha sido plasmado por la Escuela Austríaca.
Pensemos en el cepo cambiario. Si uno tiene tipo de cambio fijo al tiempo que emite dinero para financiar el déficit fiscal, la consecuencia directa de ello es la pérdida de reservas internacionales de modo tal que sea eliminado el exceso de pesos no demandado por los individuos. Durante el kirchnerismo, frente al drenaje de reservas que experimentaba el BCRA, en lugar de liberar el tipo de cambio y sincerar el valor de las variables económicas optó por recrudecer el aparato represivo del Estado, donde ya no sólo controlaba el precio del dólar sino que además pasó a un control de cantidades.
El resultado fue un exceso de dinero (money overhang) que alcanzó niveles superiores a los de 1959 y 1975. En dichos casos, al momento de quedarse sin divisas y tener que liberar el mercado cambiario, el resultado fue una sextuplicación de la tasa de inflación y una caída del PIB del 6% en lo peor de la crisis. En este sentido, si uno toma en cuenta el exceso de pesos al abrirse el cepo, una tasa de emisión monetaria del 47% y la bomba de los futuros que hubieran llevado a la tasa de expansión monetaria al 80%, ello implica que de no ser por el accionar de Federico Sturzenegger, el país hubiera caído en una hiperinflación que tenía un piso del 500%, una caída del PIB del 6% y mientras la pobreza hubiera alcanzado al 65% de la población. Naturalmente, como señalaba Milton Friedman “no existe tal cosa como un almuerzo gratis”. La contracara de haber evitado semejante desastre es el stock de Lebacs en el balance del BCRA.
¿Qué hacer? Desde nuestro punto de vista, el origen de todos los males es un Estado enorme e impagable lo cual se ve reflejado en un persistente déficit fiscal. Por lo tanto, a la luz de la coyuntura actual, si se llegara a cortar el financiamiento externo antes de poner en caja al fisco y dado que la política nunca ajusta, se volverá a la maquinita y con ello volverán la infleta y la devaluta. Esto es, otra vez sopa.
* Autores del libro Otra vez sopa.