Ahora que Suar movió la estantería cinematográfica empezando por un título ganchero, acaso el concepto sirva para ampliarlo a otros ámbitos menos ficcionales.
Cuesta creer que a alguien le sorprenda lo que pasa ahora con personajes como Cristóbal López, Lázaro Báez, Sergio Szpolski, Matías Garfunkel y los que seguramente seguirán en la lista de apuntados (como el caso de Electroingeniería).
Pese a la obscenidad de los intercambios entre el Estado y esos actores (de los que PERFIL dio cuenta desde que nació, hace diez años, no como otros), hubo que esperar al fin del kirchnerismo para que empezaran a rendir cuentas.
Tampoco asombra que algunos jueces federales hayan esperado el cambio de ciclo, o alguna imagen impactante, para dictar medidas que deberían haber sido tomadas hace mucho tiempo.
Ni siquiera impresiona el rol que les cupo a otros empresarios y connotados periodistas que hicieron negocios con varios de estos protagonistas ahora justificada y tardíamente investigados. Claro, mejor obviar hablar de ciertas cosas.
Más allá de las diferencias de sistemas legales y de contextos políticos, la ola anticorrupción brasileña debería servir de espejo para que muchos en la Argentina pongan las barbas en remojo: nada es para siempre, ni siquiera la impunidad sistémica y estructural.
Tal vez sea una ilusión y en Brasil no cambie nada. Tal vez algo así sea imposible acá. Sobre todo si desde el poder (el estatal o el privado) nos siguen tratando como boludos y nosotros nos seguimos haciendo los boludos.