Concibió los primeros meses de su presidencia como una especie de “pasantía” empresarial, donde el ensayo y error formaron parte del proceso pedagógico. El estamos “aprendiendo”, “no estoy en tema” o “esa te la debo”, constituyeron torpezas e impericias, pero también fueron un intento de diferenciación del sistema político.
“Estoy satisfecho con la curva de aprendizaje, tanto la mía como la de mis ministros”, disparó hace unos
días Mauricio Macri, quien pareciera no delimitar con precisión el pupitre del Newman del sillón de Rivadavia.
La excesiva generosidad a la hora de autocalificar una gestión que hoy tiene poco para festejar y mucho para preocuparse, se basa en que la realidad no solo es manipulable, también es reemplazable. Solo que a veces, a mediados de mes, se cuela por las agujeros de los bolsillos.
Las últimas derrotas sufridas en el Congreso, incluida la reforma política o el impuesto a las ganancias, insinúan un mapa electoral que puede cambiar de directrices, al tiempo que cuestiona uno de los mitos que viene alimentando el gobierno: los problemas son económicos y los éxitos políticos. Probablemente la furia que mostró el oficialismo, con distintos grados y estilos pero un mismo discurso, exteriorice la frustración de un presidente que imaginó una Argentina y un mundo que probablemente no existían. Ni la economía se comportó de la manera prevista, ni los hombres de negocios se volvieron empresarios que invierten, ni el campo derramó riqueza, ni llovieron dólares, ni los sectores medios y pobres estuvieron dispuesto a ejercer una conducta altruista en pos de una nueva acumulación y concentración de los que más tienen.
El creciente reclamo internacional para la libertad de Milagro Sala lo sorprendió y no acierta con la respuesta. Muchos argentinos creemos que es culpable, dijo el presidente, como si la justicia se basara en la fe y no en la aplicación de las leyes.
Macri y su equipo estrenaron un gobierno desde una visión univoca, excluyente. Poco conoce el PRO de conceder o negociar en minoría. O tiene el poder o tiene la caja. Así manejó a gobernadores y senadores y a una parte de la oposición que le votó leyes tan controversiales como estratégicas.
En la ultima sesión de diputados entró en crisis un vinculo conformado por ambigüedades. Macri trató de impostor a Sergio Massa y lo catapultó como “enemigo”. ¿Se tratará de Massa o de bajar a Cristina ? Difícil definir a Macri como sujeto político. Lo cierto es que el estilo que definió al PRO de buenos modales, complacientes, buena onda, tolerantes, va mutando a una agresividad que solo se vio en el debate con Daniel Scioli. Mienten, mienten, acusa un presidente que ha hecho de la posverdad, o de la simulación, una de sus herramientas mas potentes de comunicación de su gobierno. La otra ha sido el apoyo y el blindaje de los grandes grupos mediáticos.
Enamorados de las redes sociales, el medio se ha convertido en el mensaje. Pocas explicaciones, frases hechas y debates bastardeados. Las redes son el lugar ideal de la inexactitud, la descontextualización, de la emocionalidad frente a la racionalidad. En este especie de “populismo mediático”, la comunicación es el golpe de efecto, el intento estéril de construir empatía entre aquellos que ya la tienen.
Pero sobre todo es el lugar de la mentira. Hoy parte de la responsabilidad del triunfo de Donald Trump es adjudicada a Facebook. La operaciones sucias del magnate llegaron a millones de personas, las desmentidas a cientos.
En los tiempos de Menem y sus privatizaciones, el sujeto comunicacional imaginario era “Doña Rosa”: mujer, elemental, pobre, ignorante. Semejante sexismo y clasismo justificaba que hubiera que explicar lo inexplicable. Hoy, munidos de Smartphone y tablets, recibimos información nivel Jardín de infantes. La antipolítica es un riesgo para las democracia. Pero quizás lo mas temible, como dice Zizek, es cuando la política se aleja de la política
*/**Expertos en Medios, Contenidos y Comunicación. *Politóloga. **Sociólogo.