De tanto en tanto se suele preguntar, de un modo general, cuál es tu palabra preferida. Aparecen recurrentes como “amor”, “amistad”, “unión” o el nombre de la persona amada. “Covid-19” no será nuestra predilecta pero, junto a “cuarentena”, será la palabra del año.
Hay palabras que, de por sí, no son nuestras favoritas pero, tal vez, por su melodía, por algún vericueto del inconsciente o por lo que fuera, nos agradan. Una palabra que me gusta es “umbral”.
Un amigo, sacerdote y poeta, ha escrito que “El umbral es además el lugar del silencio. No hemos ingresado a la fiesta y hemos dejado atrás los ruidos de la calle” (Ignacio Navarro, El umbral).
Es un lugar pero es un tiempo y un espacio. El umbral sirve a la intimidad de los enamorados, a las dudas y a las certezas. Está al servicio del reposo, la bebida del pico y el delincuente. Hay un umbral de dolor, hasta donde aguantamos el sufrimiento, un umbral de autocontrol, contar hasta diez, o de control, que, superado, nos exige una acción correctiva.
Hay umbrales que dividen épocas, no se era consciente en esos tiempos en que ello ocurriría, pero así lo decidió la historia. El que permitió la Revolución Francesa o la de Mayo, los que definieron ir a una guerra, un libro publicado. Mas hay también umbrales que no llegaron a nada, que no lograron ser bisagras y quedaron en pensamientos sin acciones.
Los días 31/12/99 y 01/01/00 pueden ser considerados umbrales. Hubo allí quienes los atravesaron hacia el nuevo siglo, quienes, con un paso atrás, decidieron quedarse en el siglo XX y los que, impávidos, permanecen en el umbral.
Hay argentinos/as que se anclan al pasado, confundiendo el homenaje y la reverencia a grandes líderes del siglo XX (Perón o Alfonsín, por citar a algunos). Las costumbres y las necesidades buscan nuevos referentes y, a veces, hallan sus propios fracasos.
El accionar político de dos maneras de gobernar en estos veinte años parece permanecer en el umbral del cambio de siglo. A grandes trazos, unos suelen traernos imágenes del siglo XXI, pero aplican políticas del siglo XX. Generan en sus filas héroes compatibles con el cómic y reivindicaciones distópicas, recurriendo, para su solución, a la creación de enemigos superpoderosos. Los otros han utilizado herramientas propias de estos tiempos, se han subido a la ola digital, se han pertrechado en tecnología y comunicación, pero tanto se enredaron, tanto contemplaron sus propios rostros en las pantallas, que han sido incapaces de ver personas de carne y hueso, con necesidades y tiempos del hoy, del ahora, de esta comida que puede no llegar.
La pandemia nos muestra, de manera concreta, qué instituciones están para problemas de este siglo y cuáles luchan, aún, en el anterior. El Presidente suele repetir que fue tras su encuentro con Angela Merkel que decidió darle debida atención al coronavirus. No fueron las herramientas a su alcance, ni los informes de sus ministros, sino el reconocimiento a la líder política más importante de estos veinte años. Tomó, desde el respeto personal y la intuición (instrumentos siempre vigentes), una decisión de suma importancia. La vida primero.
Es evidente qué funcionarios se han quedado del otro lado del umbral, los que sobraron la situación. Una falsa disputa es Estado o mercado, salud o economía. Necesitamos un Estado que actúe, pero veamos cómo procede el Estado cuando paga (jubilados apilados), cómo compra (Ministerio de Desarrollo o de Seguridad u otros) o cómo administra justicia con expedientes arrumbados esperando perderse, desaparecer o prescribir. El Estado no logra juntarse para legislar. Tenemos un gobierno que acciona con criterio pero a discreción, sin un Estado que lo controle, lo limite o lo enriquezca.
Durante este aislamiento nos topamos con quienes no dudan, empresarios y políticos que cruzan, sin miramientos, el umbral que va de lo lícito a lo ilícito, con avidez. También funcionarios que creen que estamos en un juego de Play y que la pandemia es parte de un desafío de realidad virtual. Acá no existen las vidas que resucitan. Cuando venga la solución, llegará de la mano de aquellos países que han interpretado lo que es tener un proyecto para este tiempo. Vendrá de la coherencia entre Estados, científicos y empresas.
Mi amigo, sacerdote y poeta, escribió que el umbral “es también el momento en el que el tiempo se detiene para brindarnos el segundo en el que nos decidiremos para siempre”.
La pandemia puede ser un umbral, estamos encerrados de este lado de la puerta y dice mi amigo: “Cuando nos sea dado pasar adelante, volveremos a todas las cosas, enamorados, y las veremos encarnadas y reales, pero mostrando su vertiente”. Quiero creer eso.
*Secretario general de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC). Secretario general de la Organización de Trabajadores Radicales (OTR CABA).