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Embestidas

Parquímetros, república

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Me deslizan bajo la puerta no uno sino tres volantes del Gobierno de la Ciudad con la buena nueva: pronto tendremos parquímetros en casi todas las calles. No dicen cómo debo interpretar esto como una buena noticia pero por las dudas los volantes son tres, así se aseguran de que los lea hasta que naturalice el ultraje y me parezca bárbaro.

La misma ciudad que privilegia las autopistas, invitándonos a pasar por ella bien rápido sin detenernos a gozar de teatros desprogramados o culturas vaciadas, ahora nos cobrará para movernos de un punto a otro. Me cuesta ver intención de ordenamiento en la medida y es obvio que se funda en un afán recaudatorio. ¿Se trata de pagar más impuestos por habitar la ciudad de los maceteros? Tal vez alguien me explique las ventajas. Es una medida muy cara que difícilmente alguien haya solicitado, votada con el acuerdo criminal e indirecto de una mayoría macrista en la Legislatura, que, sospecho, a nadie representa y que pagará parquímetros con dinero que no quisieron mandar a los comedores en la emergencia.

No dejan de sorprender las prioridades que se les ocurren para dificultarnos la vida.

Los subtes tienen casi todas sus escaleras mecánicas y sus ascensores descompuestos, un detalle esotérico que pesa cuando tenés un esguince de tobillo o llevás niños en carritos. Para esos casos era ideal moverse en auto, pero el plan entrópico parece ser la inmovilidad total.

Un afiche publicitario amarillo, un afiche caro y repetido, promete enseñar robótica, informática y algunas cosas más esdrújulas en nuestros jardines de infantes. Esto es directamente una embestida cómica, un acto guasónico. Secuestraron las computadoras del Plan Sarmiento fuera del alcance de los niños, así que supongo que enseñarán robótica con laptops de cartón, y sucede que esto ya estaba escrito en una obra mía de 2006. Me cuesta creer que mi imaginación más desaforada se haya vuelto tan pobre y tan ingenua. No daré más ideas al azar, que es facho y rudo.