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Pensar en mitos

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Trabajo en Parma sobre el mito de Cassandra. Yo digo mito y mis actores italianos comprenden inmediatamente algo que es inherente a su cultura, que vive en las estatuas, en los museos que visitan con la escuela (y después ya nunca más); viven en el lenguaje. El mito en Italia es como el cliché. No es la fábula, que contiene una moraleja: el mito es una existencia.

Parece que Cassandra, pobrecita, quería aprender la adivinación. Hizo lo que cualquier troyano: acudió a Apolo, que era un dios, es decir, un pícaro con poder. De su aprendiz interesole su cuerpo entero y quísola poseer. Pero Cassandra tenía votos de castidad y lo rechazó decentemente. De allí la furia de Apolo, que –a diferencia de la de Zeus u otros más definidos– hizo lo apolíneo, o sea, la escupió en la boca y la maldijo para siempre: le dio el don de la adivinación, mas Cassandra estaría condenada a ver el futuro solo cuando éste fuera aciago.

¿Qué futuro ve la Italia de Meloni, la que se inunda sin parar mientras escribo?

Es fácil trabajar simbólicamente en la descomposición del cliché ya adquirido. Es como armar una frase con un sujeto conocido y un predicado nuevo, incierto.

Pero –en tanto argentino– no sé bien cuáles serán los mitos nuestros. Estamos abonados a un pasado idílico levemente griego, apenas latino, evidentemente no precolombino, quizás más bien hollywoodense. No acusar mitología propia es bello pero triste; te libera pero te deja también en inferioridad. Rascamos así mitos del pasado inmediato: Maradona, Messi, Menem, Cavallo, cualquier cosa que se comprenda a ojos cerrados para armar ese sujeto llano a toda prisa. Nuestro teatro es así muy diferente.

No debe ser la única razón.