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Piernas largas y listas negras

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

La primera vez que vi Ministry of Silly Walks, el icónico sketch de los Monty Python, las eternas piernas de John Cleese me impresionaron tanto como las de las súper modelos que, en esos momentos de mi pubertad, eran una especie de obsesión. Aún no me preguntaba por la idoneidad de los ministerios, pero no se me escapó el correlato con la realidad en eso de la estupidez elevada al rango institucional. A diferencia del resto de los Monty Python, Cleese sentía que se estaban repitiendo y, en 1975, tuvo las agallas de incursionar en otro ciclo, llamado Fawlty Towers, que escribió junto a Connie Booth, en el que encarnó a un personaje que cae en casi todos los vicios de la incorrección política de ayer y de hoy. Racismo, misoginia y violencia indiscriminada encausados en una performance verdaderamente antológica que actualmente sería imposible de ejecutar sin pasar por las garras de los nuevos censores del campo audiovisual, tan renuentes a aceptar los nexos entre humor y desdicha.   

Cleese me gusta, además, en sus intervenciones públicas, por perspicaz e intrépido. Prueba de ello fue su el último affaire con la Universidad de Cambridge, a la que estaba invitado a dar una charla este mes. “Deseaba hablar con los estudiantes en la Unión de Cambridge, pero me he enterado de que alguien de allí ha sido incluido en una lista negra por hacer una imitación de Hitler. Dado que hice lo mismo en un programa de los Monty Python, me pongo a mí mismo en la lista negra antes de que lo haga otro”, escribió en Twitter.

Según Times of Israel, la imitación aludida se realizó en un debate sobre la existencia del buen gusto, en el que Andrew Graham-Dixon, especializado en historia del arte, personificó a Hitler como un ejemplo del mal gusto. El incidente se produjo en un momento en que las universidades británicas vienen siendo criticadas por el gobierno del controvertido Boris Johnson debido a no sancionar con suficiente dureza las expresiones de antisemitismo. El problema es que, en tiempos de literalidad extrema, la sola representación de Hitler (aunque sea ridiculizado) es leída por algunos como una vindicación, de modo a que se armó una lista sobre una base descaradamente endeble. Paradójicamente –o mejor dicho con una lógica plausible– el editor del Jewish Chronicle, Stephen Pollard, pidió ser incluido en esa lista en solidaridad con Graham-Dixon, acusando a Cambridge en Twitter: “Su ataque a Andrew Graham-Dixon es ridículo y los convierte en un hazmerreír. Si van a poner en una lista negra a los que, en rigor, se oponen al fascismo, por favor pónganme en ella”. En paralelo, Cleese trabaja en una nueva serie de documentales, Cancel Me, en la que entrevista a personas sancionadas o silenciadas por hacer declaraciones ofensivas. Aunque sus piernas no sean lo que fueron, él sigue siendo, para mí, más bello que una súper modelo.

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