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Poesía y buitres

¿Podríamos asegurar que Penguin Random House no tiene ningún negocio con algún fondo buitre? ¿Y Planeta tampoco?

Robert Frost
Robert Frost | Cedoc

Queda muy chupamedias si cuento que además de los domingos –día en que se publican mis extraordinarios artículos– también leo PERFIL los sábados, jornada en la que escriben al menos dos de los escritores argentinos que más me interesan? Como escribió Fontanarrosa en la solapa de alguno de sus libros: “Colabora con varios medios, comprándolos”.  Pues, en la página 3 de la edición de PERFIL del sábado 31 de agosto hay una nota titulada “Mantienen las calificadoras las malas notas para la deuda”, ilustrada con la foto de una de ellas, Standard & Poors. Las calificadoras, ya lo sabemos, son esas empresas, con sede en Wall Street, que en el neoliberalismo funcionan como fuente de verdad y que por lo general trabajan aliadas a toda clase de fondos buitre, lavadores de dinero y financistas estafadores de cuello blanco. La foto no era demasiado interesante, solo el frente del edificio de la empresa (no consta en el epígrafe si es la casa central, alguna sucursal, etc.) sin mucho más.

O mejor dicho, con mucho más. Hay un gran cartel con el nombre (Standard & Poors) y abajo, más pequeño, otro cartel que dice: “A Division of The McGraw-Hill Companies”. ¿Standard & Poors pertenece a McGraw-Hill? McGraw-Hill es uno de los más grandes grupos editoriales del mundo, especializado en educación y marketing, pero que también publica libros de casi todos los géneros, incluso de narrativa y poesía. Si se ingresa a la página web de Cúspide se encuentran al menos 55 títulos de McGraw-Hill. Yo mismo tengo en casa un libro editado por ellos, que compré hace años en oferta en Nueva York: 101 Patriotic Poems, una antología de poemas dedicados a la gloria y al orgullo de ser norteamericano, con textos de Robert Frost, Martin Luther King Jr., Percy Bysshe Shelley, Walt Whitman, entre otros. ¡Poesía y fondos buitre!

Ah, yo que pensaba que el mundo de la literatura y la edición era impoluto, ajeno a casi todas las cuestiones terrenales, dedicado a altas discusiones y reflexiones intelectuales, resulta que al final está en el centro de lo peor del capitalismo contemporáneo. Ahora que hay tantos y tantos escritores y escritoras que sueñan con convertirse en trabajadores de la cultura, ¿cómo harán? ¿Presentarán la constancia del monotributo para ligar un laburito en Standard & Poors? No lo sé. Sé, en cambio (porque es información  archiconocida), que en su momento el fondo buitre Liberty tuvo el control accionario del grupo Prisa, entonces propietaria de Alfaguara (y del diario El País, entre otros medios y editoriales). ¡El marxista Saramago era publicado por una banda de Wall Street! Creo que Liberty ya salió de Prisa, pero tampoco estoy muy seguro (para averiguarlo solo hay que hacer lo que hacen todos los grandes periodistas de investigación: no chequear con ninguna fuente y copiar y pegar de internet lo que otros hayan escrito antes). ¿Podríamos asegurar que Penguin Random House no tiene ningún negocio en conjunto con algún fondo buitre? ¿Y Planeta tampoco? No lo afirmo ni lo desmiento. Entre tanto, me puse a releer Una parada en el bosque en una tarde nevada, el hermoso poema de Robert Frost incluido en 101 Patriotic Poems: “(…) El bosque es encantador, oscuro y profundo,/ pero yo tengo promesas que cumplir,/ y kilómetros por recorrer antes de dormir,/ y kilómetros por recorrer antes de dormir”.